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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 327

fuerzas armadas En el campo de tiro y maniobras Álvarez de Sotomayor, en Viator, a doce kilómetros de Almería, una sección de la 2ª compañía de la VII Bandera Valenzuela de La Legión avanza en dirección a la posición enemiga situada en un alto, a 400 metros. Equipados con chaleco antifragmento, casco, compartimentos para los cargadores y una bolsa de descarga, y armados con fusiles HK G36 y ametralladoras ligeras, se mueven por una zona donde hay pocos resquicios para esconderse. Es campo abierto y sus tres pelotones se van acercando a la posición a conquistar, cubriéndose entre ellos con fuego real. «Unos van disparando para que otros puedan moverse», explica el jefe de la compañía, capitán Ángel Romero. Estos movimientos son parte del ejercicio United Response I-16, unas maniobras de categoría Alfa, diseñadas para unidades tipo compañía, en las que los militares, tras localizar a la fuerza oponente, organizarán un ataque de forma inmediata hasta conquistarla. Siempre apoyados por tiradores de precisión posicionados estratégicamente. Para este entrenamiento, los legionarios aprovecharán el duro entorno que presenta el campo de maniobras almeriense que imita a la perfección las situaciones de combate más exigentes. Son casi 6.000 hectáreas de terreno árido, muy similar al paisaje del norte de África o Afganistán, lo que convierte a este recinto en un referente para el adiestramiento de unidades militares no sólo españolas, sino también de países aliados que realizan aquí ejercicios conjuntos con nuestras Fuerzas Armadas de manera habitual. ATAQUE COORDINADO «Parecen 25 personas corriendo y disparando a la vez —añade el capitán— pero es más complicado de lo que parece. El ataque está perfectamente coordinado, algo que sólo se consigue con un alto nivel de instrucción, no vale con hacerlo un par de veces. Deben confiar en que pueden moverse porque sus compañeros les apoyan con fuego y no les van a disparar a ellos». Llega un momento en el que el jefe de sección marca la apertura de sector para que los que están apoyando con fuego dejen de disparar sobre toda la zona enemiga y lo hagan sólo sobre una parte. «Así, otro pelotón puede acercarse con seguridad», comenta. Una vez dentro de la posición, llega la orden de cese de fuego y se consolida la zona por si hubiera un contraataque. «Lo que hemos simulado es un ataque inmediato; es decir, que vamos andando y nos encontramos con el adversario. Mañana realizaremos otro premeditado: conocemos su situación, nos acercamos y lanzamos el ataque», añade el capitán. «La posición rival tendrá una alambrada de protección, así que colocaremos una pértiga explosiva para romper esa defensa». Tendrá lugar en una zona distinta del campo, con una orografía que les permitirá ocultarse más fácilmente. TIRADORES DE PRECISIÓN Mientras una sección realiza este ejercicio, otra, no muy lejos de allí, desarrolla la misma maniobra «en seco», sin fuego real, y un equipo de tiradores de precisión trata de localizar ocho blancos de entre 15 y 20 cm. situados aleatoriamente. Los más cercanos, a unos 100 metros; los más lejanos, a 700. Una vez que el observador y el tirador, que siempre trabajan en binomios, los han localizado —tardan poco tiempo en hacerlo—, comienzan a introducir las correcciones en sus armas, un fusil HK G36 modificado, el observador, y un Accuracy, el tirador. Calculan la distancia hasta los blancos, la humedad, viento, temperatura... y disparan. « Si falla el tirador, lo intenta el observador», explica el cabo mayor José Luis Contador. Finalizado el ejercicio, la compañía revisa sus armas y camino a los vehículos que los llevará de vuelta a la base, recogen los casquillos que han quedado diseminados por el campo. De fondo se escuchan disparos de otros compañeros que también se están ejercitando y se ve maniobrar a los VEC del Tercio Alejandro Farnesio llegados de Ronda. La base Álvarez de Sotomayor, entre tanto, mantiene una actividad frenética. Pequeños grupos de militares de la Brigada de Infantería Ligera Rey Alfonso VIII se arremolinan en torno a un mando y escuchan atentamente sus instrucciones, mientras otros culminan, corriendo y sofocados, la empinada cuesta que da acceso al recinto militar. Cerca de allí unos legionarios, cuerpo a tierra, practican el tiro, y en la explanada otros realizan instrucción de orden cerrado. Dentro del edificio, en la sala de simulación, algunos militares se enfrentan, fusil en mano, a un enemigo ficticio en una zona de conflicto recreada para su entrenamiento y basada en escenarios reales. «No paramos. Aquí la instrucción es una actividad continua», concluye el capitán Romero. Elena Tarilonte Fotos: Pepe Díaz Febrero 2016 Revista Española de Defensa 31


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