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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 332

perfil ner visibilidad sobre todo lo que pasa en la zona de operaciones. Además, en las dos, coincidí con una gente estupenda. —¿Le gustaría repetir en otras misiones internacionales? —Sí. Tengo muy buen recuerdo. Supongo que el que haya tenido una experiencia peor, haya vivido combates o tenido muertos en su contingente será de otra opinión. No es mi caso. Además, es para lo que estamos aquí. —Cuando finalice su etapa en el RACA XII ¿Cómo desearía que se recordara su paso por la unidad? En opinión de la teniente coronel Cañadas, la coordinación de los apoyos de fuego es competencia de la Artillería y debería asumirla en las misiones internacionales. —Con cariño, como alguien que conservó el buen ambiente que había en el Grupo. Una de las principales características de esta unidad, y eso se lo dice cualquiera, es el compañerismo. A mí me sorprendió. Es una unidad que está en Madrid. No es como en una ciudad pequeña donde tienes todo cerca, sales de servicio y te vas al lado con los niños, que el fin de semana no te apetece hacer comida y te vas a comer a la cafetería de la unidad… Aquí no. Y, sin embargo, el ambiente es estupendo. Ha habido gente que venía forzosa y cuando ha tenido que irse lo hacia llorando. Me gustaría conservar eso. Porque es muy importante, no sólo para el trabajo del día a día, sino también en el combate: lo que realmente empuja a avanzar cuando te están pegando tiros, es que tienes a un compañero al lado que se la está jugando. —¿Ser la primera mujer que manda un batallón supone más responsabilidad? —La verdad es que no. Una vez que pasan los primeros momentos, que sales de la Academia y todo el mundo te mira al llegar, te conviertes en uno más. De hecho, aquí nadie es consciente de que soy la primera de nada. Muchos militares no conocen un Ejército sin mujeres. Soy de las primeras y ya llevo 25 años de «mili». Cualquiera que lleve menos tiempo siempre ha visto a mujeres de uniforme. —¿Cómo fue su paso por la Academia? —Bien. Hay que tener en cuenta que la integración de la mujer en el Ejército se hizo sin previo aviso y sin preguntar. Lo cual no es malo, pero lo cierto es que pilló un poco de sorpresa. Las instalaciones no estaban preparadas, aunque ese fue un mal menor, porque, la verdad, es que, con buena educación, no hubo ningún problema. Y luego algunos se preguntaban: ¿Y ahora qué hacemos con éstas?, ¿cómo las tratamos? Pero eso fue durante una temporada muy cortita y muy concreta. En las unidades yo no he tenido el más mínimo problema. Quitando situaciones como que tienes que salir en la foto porque eres la chica de Estado Mayor… y cosas así. Ahora, para algunas operaciones, se está pidiendo que vayan mujeres por motivos concretos. La de Colombia, que aún no ha desplegado, es uno de estos casos. —¿Por qué eligió la Artillería? —Porque podía permitírmelo y no me tenía que conformar con menos (se ríe). Hablando en serio, por muchos motivos: porque en aquel momento las zonas donde había artillería eran ciudades que me gustaban y porque me atraen los cometidos de la artillería ya que son muy diferentes los de costa, los de antiaérea y los de campaña. Pero, sobre todo, por tradición familiar. —Hay muchos militares en su familia: su padre, su abuelo, algún tío… ¿Qué opinaron cuando usted decidió seguir sus pasos? —Mi padre me dijo que no dijese tonterías. Pero tenía su razón de ser. El ingreso de la mujer en las Fuerzas Armadas se produjo como consecuencia del recurso que interpuso una mujer que quería ser piloto de combate. Mi padre, entonces, estaba en Brasil haciendo el curso de Estado Mayor y no se enteró de lo que estaba pasando, pensaba que yo me había enterado mal y que solamente podíamos entrar en Cuerpos Comunes. Pero cuando se aclaró todo, me dijo que adelante. —Su marido también es militar y teniente coronel ¿Cómo compaginan la vida personal y la profesional? —Pues mal, como todos. Es complicado, tengo tres hijos, te gastas un dineral en niñeras y, de vez en cuando, pides auxilio a la familia. —¿Qué perspectivas profesionales le plantea el futuro? —La verdad es que pocas. Porque en Artillería aquí es donde se acaba lo bueno. No hay más. Existe la posibilidad de mandar un regimiento pero son muy pocos, y yo no soy la número uno ni la dos de mi promoción, así que tampoco puedo aspirar a ello, aunque me gustaría. Y después… ya da igual, porque no puedes aspirar a más. Para un artillero, el de teniente coronel es, muy previsiblemente, el último mando, y el mando es lo más bonito del Ejército. Elena Tarilonte Fotos: Pepe Díaz 40 Revista Española de Defensa Octubre 2016


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