Drones y derecho

REVISTA DE AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 858

Drones y derecho. Cinco derribos... ¿Sin gloria? LOS DRONES Y LA REINVENCIÓN DE LA GUERRA AÉREA Cuando en 1903 los hermanos Wilbur y Orville Wright, precursores de la aviación tripulada, lograron poner en el aire una aeronave capaz de sustentarse por sí misma apenas podrían haber imaginado que con casi un siglo de diferencia esa misma aeronave sería capaz de realizar misiones de ataque sin un piloto a bordo, hecho este que acaeció en 2002 con la neutralización por medio de un dron de combate (UCAV) en suelo yemení del peligroso terrorista Quan Senyan Al-Hariti, líder de Al Qaeda y principal responsable del atentado contra el buque de guerra norteamericano USS Cole en octubre de 2000. Nos referimos a los sofisticados vehículos aéreos no tripulados y a sus sistemas conocidos oficialmente como “UAV” (del inglés Unmanned Aerial Vehicle, aunque también se utilizan otras denominaciones técnicas como Remotely Piloted Aircraft o RPA, UAS, UCAV, etc.) y popularmente como drones. Si la gesta de los Wright permitió hacer realidad un viejo sueño del hombre, ser capaz de surcar el cielo como las aves; la evolución de la ingeniería aeronáutica, especialmente de la militar, ha permitido otra gesta no menos espectacular, volar en misiones de combate sin levantar los pies del suelo y lograr a la vez la minimización del odioso –pero legal siempre que sea necesario y proporcionado− daño colateral asociado inevitablemente a las operaciones bélicas y en particular, en lo que atañe a las siguientes líneas, a las aéreas. Rodrigo de Lorenzo Ponce de León Capitán Auditor CJM Por la razón que sea, los drones militares –y dentro de estos los de combate −con los emblemáticos MALE MQ-1B Predator y MQ-9 Reaper de General Atomics Aeronautical Systems en cabeza, simbiosis perfecta de las capacidades ISR/Strike, están ganando una fama inmerecida en los medios de comunicación, fama tan injusta como a nuestro juicio equivocada. Y sus operadores, sentados ante una videoconsola a cientos o miles de kilómetros del objetivo, también. Desgraciadamente, hechos relativos a la violación de los principios humanitarios que deben regir las operaciones bélicas son siempre los que encabezan los telediarios: el ataque por error a un convoy de ayuda humanitaria o una matanza mientras se celebra una boda en algún país remoto de Asia Central producto de datos de inteligencia obsoletos o confusos suele, por lo general, atraer más la atención del público que la enorme precisión de los drones de combate en otras operaciones en las que, a la inversa, no son pocas las bajas propias y civiles que han conseguido evitar o minimizar en comparación con otros medios de la, llamémoslo así, aviación tripulada o convencional. Del mismo modo, tampoco faltan voces frívolas reprochando a los operadores de drones una pretendida falta de valor por su lejanía física del lugar del combate y una escandalosa indiferencia ante las bajas producidas con los ataques derivados, según frase ya hecha, de la mentalidad “Playstation” que su uso podría provocar, desmereciendo el ejercicio de esta especialidad profesional so pretexto de carecer de la aureola de gloria y mística que ha acompañado tradicionalmente al vuelo de combate convencional. ¿Acaso cinco derribos con drones carecen de la misma gloria que cinco derribos alcanzados con un Eurofighter…? Y es que lo que la opinión pública y quienes la forman parecen pasar por alto es que la guerra tradicional ha muerto y ha sido reemplazada, como demuestra la lucha actual de Occidente contra actores no estáticos de implantación transnacional y estructuras de liderazgo descentralizadas, por una nueva confrontación violen- 986 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Noviembre 2016


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