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REVISTA ESPAÑOLA DE DEFENSA 333

Dos buques de la Armada china rinden honores antes de partir hacia el Golfo de Adén, en las aguas de Somalia para integrarse en una misión contra la piratería que el Gobierno de Pekín tiene allí desplegada bajo el mando de la Flota del Oeste de China. Wu Linhong/EFE contenedores en 2020, y conectará con el corredor intermodal entre China y Turquía inaugurado a finales de 2015. Pekín ha anunciado también que impulsará el comercio con los países del plan OBOR mediante la creación de zonas de libre comercio, la eliminación de barreras arancelarias y la simplificación de los procedimientos burocráticos aduaneros. Para financiar esta operación, el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Importación y Exportación de China, los principales prestatarios, se han comprometido a proporcionar miles de millones de dólares (según han anunciado en varios comunicados) destinados a promover el comercio y crear nuevos mercados para los productos chinos. La meta consiste en duplicar en 2020 el valor del comercio de China con los países de Eurasia, que en la actualidad ronda los 1,5 billones de dólares. PODERÍO NAVAL En este gran diseño, la Ruta de la Seda marítima se ha convertido en una prioridad para China y un desafío a su capacidad de proyección global lejos de sus fronteras. Destaca acertadamente el analista Adrián Vidales García en un reciente artículo publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) que el cambio de rumbo geopolítico de China está ligado a la expansión marítima con el establecimiento de una cadena de bases navales de doble uso (civil y militar). Un plan que los analistas norteamericanos denominan la estrategia del collar de perlas, destinada a garantizar las exportaciones y el suministro de los recursos necesarios que aseguren el crecimiento de la economía del gigante asiático. Para lograrlo, China ha creado una gran red de infraestructuras logísticas y de transporte que va desde su litoral, a través del estrecho de Malaca y el océano Indico, hasta los países productores de petróleo en Oriente Próximo y las costas orientales de África. Es evidente que para poder asegurar esta red hay que reforzar el poderío naval, único medio para garantizar una presencia permanente a lo largo de estas líneas de comunicación marítima con las regiones de las que depende el abastecimiento de materias primas. Algo que implica estrechar vínculos comerciales con todos los países que jalonan la navegación por el estratégico collar de perlas, protegido por una fuerza naval potente. «El poder nacional integral —se afirma en un estudio de la dirigencia del Partido Comunista Chino en 2006— deriva principalmente del desarrollo económico, el cual es generado básicamente por el comercio exterior, actividad que debe ser protegida por una armada poderosa». En suma —como señala Vidales García—, si durante las últimas dos décadas la preocupación principal de la política exterior china ha sido consolidarse como potencia regional y establecer unas líneas de suministro claves para su desarrollo económico, ahora está entrando en la nueva fase de convertirse en superpotencia mundial, y eso le exige ampliar la esfera de influencia en su entorno. Tal como El Gobierno chino quiere controlar cualquier atisbo de inestabilidad en la extensa región de Asia Central Noviembre 2016 Revista Española de Defensa 49


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