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EJERCITO DE TIERRA NOVIEMBRE 2016

El general Pablo Morillo jefe de las fuerzas expedicionarias a las colonias americanas Para valorar en su justo término esa fuerza, los franceses en Waterloo tenían 75.000 hombres y Wellington y todos sus aliados 120.000. España, agotada, desolada y quebrada, que había enviado lo mejor de su ejército a ultramar y estaba enzarzada en enfrentamientos internos, no tuvo la suficiente fuerza política para exigir la ocupación de una de las sillas de los vencedores en el Congreso de Viena, que terminó el 9 de junio de 1815 y que había empezado meses antes. Francia, el país vencido, ocupó el lugar de España y se inició el desplazamiento definitivo de España de la escena internacional. Naturalmente esto sucedió gracias a los manejos ingleses, interesados en neutralizar la principal nación marítima hasta entonces, con la que 52  REVISTA EJÉRCITO • N. 908 NOVIEMBRE • 2016 rivalizaba en intereses coloniales y comerciales. Inglaterra, que ganó la guerra a Francia gracias a España, conocía mejor que nadie la extrema debilidad en que había quedado España y decidió maniobrar para eliminarla del concierto de las cinco potencias europeas de entonces, en el que sí estaba interesada que estuviera Francia para poder actuar como árbitro externo en el equilibrio de fuerzas continentales entre Francia, Prusia, Austria y Rusia, y en el que España ya no contaba. Además de ese alejamiento de la política internacional, la guerra de la Independencia trajo consigo tres profundas crisis en España: económica, social y política. La económica se debió a diversas causas, entre las que destacan la pérdida de la mayor parte de las colonias de ultramar, la destrucción de gran parte de la infraestructura económica y las cuantiosas pérdidas humanas. La crisis social se debió al impacto negativo de la crisis económica en la incipiente clase media, que favoreció el caciquismo y que, a diferencia del resto de Europa, no pudo impulsar los procesos de modernización en España. La crisis política que cerraba aquel círculo vicioso terminó en un enfrentamiento civil casi continuo, con sucesivas guerras civiles y con una intervención del ejército en la vida política, que continuó de una u otra forma hasta bien entrado el siglo xx. Por otro lado, la ilusión liberal que había calado en el pueblo español fue cercenada por el decreto de Fernando VII del 4 de mayo de 1814, en el que se rechazaba la Constitución de 1812 y se ordenaba la prisión de los diputados liberales. El gobierno despótico de Fernando VII degeneró en un enfrentamiento entre liberales y absolutistas que dio paso al germen de las dos Españas que lamentablemente, 200 años después, aún se percibe en ocasiones. La sombra de esa dualidad se proyectará violentamente y con extrema crueldad en sucesivas guerras civiles, también conocidas como «carlistas», y finalmente en la guerra civil de 1936-1939. Mientras Europa en 1815 empezaba un período de paz que permitía la recuperación después de 30 años de luchas, España, con daños materiales y morales infinitamente superiores, continuaría desangrándose durante otra década más en la guerra en América, y para empeorar


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