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EJERCITO DE TIERRA NOVIEMBRE 2016

REVISTA EJÉRCITO • N. 908 NOVIEMBRE • 2016  91  CERVANTES conformes y que se estimen tanto entre sí como estas dos profesiones; porque cuanto se establece para el bien común de los hombres, cuanto se ordena para inspirar el temor y el respeto a Dios y a las leyes sería inútil si no existiera una fuerza pública destinada a hacerlo respetar, cuya fuerza, bien organizada y a veces sin buena organización, mantiene las instituciones. Por el contrario, sin este apoyo en la milicia, el mejor régimen político y social sería derrumbado». LA DOCTRINA DE LA GUERRA JUSTA Cervantes es un hombre de su tiempo, ya lo hemos dicho antes y tendríamos que decirlo muchas veces para entenderle, y su tiempo es de continuas guerras de los españoles contra turcos, ingleses, franceses o los nuevos rebeldes de Flandes. Además es un hombre abierto a la cultura de su tiempo y a la cultura de la guerra, a las condiciones que ha de reunir para estimarla justa y proporcionada, que estaba en el ambiente de su entorno. Francisco de Vitoria había escrito su Relectio de Jure Belli en 1538. Para Vitoria la guerra justa es la guerra en defensa de la patria, de su rey y su territorio. No era justa, pues, la guerra de agresión, con lo que se oponía a las tesis de Lutero, partidario de no oponerse a las invasiones turcas por seguir el mandato evangélico de amar a nuestros enemigos. Don Quijote6 encuentra a los habitantes de un pueblo de la Mancha dispuestos a la guerra contra sus vecinos, que hacen burla de ellos por los rebuznos de dos de sus alcaldes mientras buscaban al rucio desaparecido de uno de ellos. Son unos 200 hombres armados de ballestas, lanzas, espadas, partesanas, alabardas, picos y unos pocos arcabuces. Don Quijote se para ante ellos y les dice: «Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas y poner en riesgo sus personas, vida y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta en servicio de su Rey en la guerra justa; y si quisiéramos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es la defensa de su patria. A estas cinco causas, como capitales, se pueden agregar algunas otras que sean justas y razonables, y que obliguen a tomar las armas; pero tomarlas por niñerías y por cosas que antes son de risa y pasatiempo que de afrenta, parece que quien las toma carece de todo razonable discurso, cuanto más que el tomar venganza injusta, que justa no puede haber alguna que lo sea, va derechamente contra la santa ley que profesamos». Es la palabra defensa la que más se repite en este párrafo, que es aún más largo en el texto cervantino. La «defensa» como justificación del hecho armado. Todo él concuerda con la tesis de Francisco de Vitoria, ya citada, que constituye el origen del Derecho internacional. Cuando don Quijote y Sancho abandonan apedreados la zona, don Quijote le dice a Sancho: «No huye el que se retira, porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la base de la prudencia se llama temeridad, y las hazañas del temerario más se atribuyen a la buena fortuna que a su ánimo. Y así yo confieso que me he retirado pero no he huido; y en esto he imitado a muchos valientes, que se han guardado para tiempos mejores, y destos están las historias llenas». Diría que el párrafo anterior está inspirado en la prudencia del cónsul Fabio frente a Aníbal. La conciencia de la propia debilidad, que también es uno de los factores que se deben considerar en toda decisión del mando militar, subordinada al deber de la obediencia, que ha de prevalecer siempre. LAS FUENTES DE DON QUIJOTE Don Quijote proyecta sobre el mundo que le rodea el de los sueños que engendró en sus lecturas de los libros de caballerías. Las ventas son castillos, los molinos son gigantes y los rebaños son ejércitos. Pero mezclado con ese mundo onírico está también el mundo real y el juicio que le merecen los acontecimientos de su tiempo. Su lectura sugiere la presencia de dos fuentes de inspiración que se entremezclan y que han sido analizadas por Maravall y Martín de Riquer. Cuando Maravall escribe El humanismo de las armas en Don Quijote nos presenta una erudita exposición de las posibles fuentes de las que Cervantes pudo extraer las ideas con las


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