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REVISTA DE AERONAUTICA Y ASTRONAUTICA 860

UNA GRAN DECISIÓN Después de cuatro años de intenso trabajo en la Academia General del Aire, superando todo tipo de retos académicos, físicos y mentales, llega la hora de tomar una de las decisiones, probablemente, más importante de sus vidas. Los alféreces alumnos de 4º curso se enfrentan, tras su último curso de vuelo, a la elección de especialidad que les marcará para siempre en la forma de ser y afrontar desafíos futuros. La familia, los profesores que han formado parte de su instrucción, los compañeros de curso precedentes... toda información es poca para saber qué camino seguir en los años venideros de su carrera militar, fundamentalmente los primeros. Tres especialidades muy diferentes entre sí y con connotaciones y atractivos muy particulares hacen que la decisión sea aún más complicada. Unos le darán más importancia al avión que quieren volar, a la misión que éste realiza y a los destinos que dichos aviones pueden ofrecer. Otros, simplemente, se guiarán por su intuición. Las posibilidades de volar un avión de combate en España son muy pequeñas y, además, únicamente alcanzable a través del Ejército del Aire. La aviación de caza es única y sus pilotos también. Por mucho que cambien las máquinas y se introduzcan mejoras tecnológicas en las mismas, el gestor de todas ellas seguirá debiendo poseer las cualidades de acometividad, capacidad de decisión bajo presión, agresividad y capacidad de superación, todo desde la necesidad inherente de la competitividad y el deseo de vencer siempre al adversario. Cuando los alumnos terminan la fase básica de cuarto curso, no poseen un gran desarrollo en estas cualidades, pero sí se puede vislumbrar la actitud de adquisición de las mismas e, incluso, algún pequeño vestigio de alguna de ellas. La semilla definitiva y el inicio en el desarrollo de ellas se lleva a cabo, de forma excepcional y con garante de éxito, en el Ala 23, donde realizarán la Fase de Caza y Ataque en su quinto y último año de formación como alumnos. UN NUEVO ESCENARIO Después de estos cuatro años, los alumnos cruzan la barrera de una nueva Unidad para ellos. Ilusión e incertidumbre son las sensaciones más comunes, las cuales se acentúan el primer día de presentación. El Ala 23 es una Unidad cuyo objetivo primordial es la ejecución del Plan de Estudios de los alumnos asignados. Toda una Base Aérea para un puñado de alumnos. Un privilegio que no todos pueden permitirse y del cual España y el Ejército del Aire se sienten enormemente orgullosos y hacen buena gala de ello, produciendo pilotos de combate de entre los mejores del mundo. Alrededor de 600 personas se encargan de dar vida a la Unidad en todas sus dependencias y, con el duro trabajo de todos, se consigue el objetivo de sacar pilotos de caza para las Unidades de combate españolas. Después de unos días todo empieza a encajar de nuevo y dicha incertidumbre es suplantada por jornadas de trabajo interminable que perdurarán hasta el final del curso académico en el Ala. La dureza de lo que les queda por vivir es suavizada para hacerla más llevadera por el trabajo diario en equipo y el compañerismo, claves para el éxito en una profesión altamente individualista a primera impresión, pero nada más alejado de la realidad cuando se conoce desde dentro. No solo sirve de Escuela de Caza y Ataque propiamente dicha, sino de puente efectivo y eficaz entre la enseñanza y el trabajo que desempeñarán en la Unidad. Ésta es, sin duda, una de las tareas más difíciles a las que se enfrentan ambos, alumno y profesor, durante la corta estancia de aquél en la Unidad. Hay que pasar de un joven inexperto en vuelo y en la toma de REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Enero-Febrero 2017 55


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