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REVISTA GENERAL DE MARINA ENE FEB 2017

TEMAS GENERALES este punto, «Pedrolo» Nieto decidió dar un paso adelante y encargó en los Estados Unidos cuatro avionetas Piper Comanche, dos monomotores PA-24 y otros dos bimotores PA-30. Se trataba de modelos dotados de modernos medios de navegación y comunicaciones. La idea era formar con ellas el núcleo inicial de la renacida Ala Fija de la Armada y contar con un avión solvente con el que adiestrar nuevos pilotos a la espera de tener aviones de mayores prestaciones, a ser posible embarcados, como empezaba a verse en la mayoría de las marinas. Los problemas principales, personal y material, parecían resueltos, pero faltaban asuntos por pulir. Para empezar, el contrato de compra de las avionetas se había hecho a través de la empresa Aerlyper, con la que se había acordado que la entrega se efectuaría en Rota; para poder llevarla a cabo, la Armada contrató a Robert «Bob» Iba, que había servido como instructor durante la formación de los cuatro pilotos que habrían de conformar la nueva escuadrilla, a la que ya se había asignado ordinal: la Cuarta. De este modo, tras un accidentado paso por Córdoba, la primera avioneta se presentó en Barajas, donde Bob Iba, que tenía que regresar a los Estados Unidos a por la segunda, la dejó en manos del teniente de navío De la Puente, que voló a Rota acompañado por un piloto civil. La llegada de la Piper a Rota fue inmediatamente informada por el coronel del EA, jefe de los Servicios Aéreos, el cual se puso en contacto con Sevilla, de donde la noticia no tardó en saltar a Madrid. La conmoción entre los mandos del EA fue tremenda. El asunto causó tal malestar que se dio orden de Piper Comanche en el Museo del Ejército del Aire en Cuatro Vientos. 42 Enero-feb.


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