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Revista General de Marina 269 4 nov

TEMAS GENERALES observación de su tráfico y la interceptación de mensajes alemanes. A la agregaduría de Madrid llegaban regularmente copias de los telegramas interceptados desde el centro de escucha instalado en la torre Eiffel. Los servicios franceses ejercieron una importante labor de presión sobre las autoridades españolas para forzarlas al desmantelamiento de emisoras alemanas clandestinas ubicadas tanto en la costa como a bordo de los mercantes refugiados en nuestros puertos, que violaban las normas sobre la neutralidad establecida en la Convención de la Haya. Los resultados no estuvieron en la misma línea de los esfuerzos. Las empresas petroleras francesas, en colaboración con la embajada en Madrid, operaron en la labor de información. A su vez, los departamentos económicos de los servicios secretos franceses llevaron a cabo una labor de espionaje acerca de las empresas alemanas establecidas en España, entre otras de las compañías de seguros marítimos, que manejaban mucha información sobre el tráfico de mercantes. El agregado militar, coronel Denvignes, recorrió los principales puertos andaluces para supervisar la labor de los consulados franceses, encaminada a interceptar el contrabando de armas que hacían los alemanes por vía marítima desde aquellas costas a las de Marruecos, con el fin de desestabilizar la colonia francesa. Los correos que efectuaban la ruta entre Algeciras o Almería con el Protectorado marroquí o las plazas de soberanía españolas fueron frecuentemente interceptados por barcos de guerra franceses, al sospechar que eran utilizados para su labor por los agentes alemanes. Italia mantuvo una extraña situación durante la contienda, ya que cuando en agosto de 1914 estalló la Primera Guerra Mundial, el Gobierno italiano abandonó la Triple Alianza y se declaró neutral. Tras la firma del Tratado de Londres con las potencias aliadas, los italianos declararon la guerra al Imperio austro-húngaro, movidos, entre otras razones, por recuperar una serie de territorios, entre los que destacaba el puerto de Trieste. Un año más tarde la declararía a Alemania, cuyos submarinos, enmascarados en la bandera austríaca, pero con tripulaciones alemanas, hundían a los mercantes italianos. Motivados por la implantación en España de los servicios secretos franceses, a partir de 1915 el Comando Supremo del Ejército italiano barajó la posibilidad de montar un servicio de contraespionaje para, además de servir a sus intereses, acercarse más a sus aliados, con los que, al no estar en un principio en guerra con Alemania, existían muchos recelos. Primero destacaron en la embajada madrileña al conde Giuseppe Sannazzaro con la misión de crear el servicio en nuestro país. La única persona que podía serles de utilidad en la etapa inicial era su cónsul general en Barcelona, Riccardo Vittorio Motta, que tenía montado un embrionario servicio de vigilancia que, debido a su falta de recursos económicos, no pudo hacer otra cosa que enviar un extenso informe sobre la situación en la costa mediterránea y de la forma en que operaban los aliados y los alemanes. El trabajo consistía en una minuciosa descripción de 646 Noviembre


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