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Revista General de Marina 269 4 nov

torpedos lanzados por el submarino japonés I-58. Alrededor de 300 se fueron al fondo del mar al hundirse el crucero en solamente 12 minutos después el impacto. De los alrededor de 880 hombres que inicialmente se salvaron y quedaron flotando amarrados a botes o a cualquier otro objeto, únicamnete 317 fueron finalmente supervivientes de la tragedia. Es de destacar que además de los aproximadamente 400 hombres devorados por los tiburones, hubo también muertos como resultado de heridas tras la explosión, sed, fatiga, y, lo más curioso, por peleas y enfrentamiento entre ellos. Tras la correspondiente investigación se concedieron 24 medallas de diferentes tipos, la mayoría a título póstumo, por comportamientos heroicos durante los cuatro días en que la dotación permaneció al garete. Pero también salieron a la luz actitudes deleznables de cobardía, amotinamiento, robo de los escasos alimentos y abusos de autoridad. Por último mencionar que a la lista de las bajas se podría añadir la del propio comandante del crucero, inicialmente uno de los supervivientes. El capitán de navío McVay terminó suicidándose tras las muchas presiones recibidas, incluyendo haber sido sometido a un consejo de guerra que le condenó como culpable de la pérdida de su buque y de la vida de cientos de hombres de su dotación. En el año 2000, su caso fue revisado y declarado inocente, pero ya hacía muchos años que se había quitado la vida. DAVA 24.939.—Locución proverbial La resolución firme de afrontar todo riesgo y aun la muerte por cumplir el deber, queda resumida en la expresión «¡hoy no mojo la pólvora!». Esta se hizo popular a poco de pronunciarla el capitán de fragata Victoriano Sánchez Barcáiztegui, al mando de la Almansa frente a El Callao el 2 de mayo de 1866, cuando le comunicaron por tercera vez que el fuego a bordo llegaba al pañol de municiones, prefiriendo morir en la explosión, de no atajarse el fuego, a inundar MISCELÁNEA Capitán de fragata Victoriano Sánchez Barcáiztegui. de agua e inutilizar la pólvora necesaria para el combate. J. A. G. V. 24.940.—Cucaña Según podemos deducir de la definición de la Real Academia Española y observar en una de sus obras del inmortal Goya, la cucaña es un juego cuyo premio consigue el participante que logra deslizarse o trepar hasta el extremo de un palo a propósito y se apodera del objeto allí dispuesto, teniendo en cuenta que el palo va debidamente embadurnado con jabón o grasa y es muy resbaladizo. Una variante de este juego es la cucaña marina, en la que el palo, igualmente bien untado, va dispuesto horizontal. El Diario de Barcelona da varias noticias de ella, siendo una de las más antiguas la que tuvo lugar en Arenys de Mar durante la Fiesta Mayor de la 2015 771


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