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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL MAYO 2016

ESFUERZO SOSTENIDO PARA DESESTABILIZAR PAKISTÁN Un luctuoso balance de 72 muertos y de más de 300 heridos, en un atentado realizado el 27 de marzo en Lahore y reivindicado por el Jamaat ul Ahrar —escisión del Movimiento de los Talibán de Pakistán (Tehrir-e-Pakistan, TTP)—, es no solo un zarpazo terrorista más sino la confirmación del deseo por parte de su autor y de otros grupos yihadistas de desestabilizar Pakistán, empeño que se está llevando por delante muchas vidas y que sigue dificultando la estabilización de este importante país musulmán de 192 millones de habitantes y, por ende, también la de todo el subcontinente indio1. El esfuerzo desestabilizador viene teniendo desde antiguo un doble frente que perdura hasta la actualidad: uno es interno, y busca agudizar las tensiones en el país, tanto intercomunitarias e interreligiosas como interregionales; y el otro es internacional, tratando de alimentar las tensiones con el vecino indio o aprovechando la desestabilización endémica —y alimentándola— en el vecino afgano. LAS TENSIONES INTERCOMUNITARIAS E INTERELIGIOSAS Lahore es la capital del Punjab, una de las regiones más desarrolladas de Pakistán, cantera tradicional para la cúpula de sus Fuerzas Armadas y feudo político del actual primer ministro, Nawaz Sharif. Para grupos como Jamaat ul Ahrar o como el propio TTP golpear en tan importante ciudad o en el resto de dicha región es algo habitual, para desgracia de su sufrida población. El suicida que atentó el 27 de marzo contra cristianos que celebraban la Pascua de Resurrección no hacía sino seguir la estela de otros ataques contra dicha comunidad. Cabe recordar aquí la matanza de 125 alumnos de una escuela cristiana de Peshawar, en diciembre de 2014: entonces, como ahora, y aunque el terrorismo nunca se ha visto frenado del todo en los últimos lustros, sí se vivía un cierto 130  REVISTA EJÉRCITO • N. 902 MAYO • 2016 período de calma que ahora se ha visto alterado dramáticamente. La susodicha calma no se ha producido por azar, sino porque desde junio de 2014 las Fuerzas Armadas y de Seguridad han emprendido un esfuerzo antiterrorista en buena medida sostenido en el tiempo y concentrado en las denominadas Provincias Tribales Administradas Federalmente (FATA), principal epicentro de activismo yihadista en el país. Frente a dicho esfuerzo el grupo Jamaat ul Ahrar había anunciado una campaña terrorista bautizada como Saut-ul-Raad (La Voz del Trueno) que se ha reflejado en duros ataques como este. El esfuerzo terrorista fijando comunidades y confesiones religiosas distintas al sunismo dominante —el 96,4% de los paquistaníes son musulmanes, la mayoría suníes, pero hay una minoría de shiíes y también hay un 1,6% de cristianos— está abonado en un país tan complejo y que vive tradicionalmente en tensión, dentro y fuera de sus fronteras. La radicalización islamista es una realidad desde hace muchas décadas, haciendo la vida un infierno para dichas minorías, y tras atentados como este se suele criticar al aparato de seguridad del país por no proteger mejor a comunidades tan vulnerables. Por otro lado, el elegir como objetivo Lahore no es baladí: es la segunda ciudad del país en número de habitantes, y la concentración de cristianos en la misma es importante: en marzo de 2013 uno de sus barrios cristianos fue atacado por una turba que acusaba de blasfemia a uno de sus vecinos; en agosto de aquel mismo año un centenar de fieles fue asesinado en la Iglesia de Todos los Santos y, finalmente, en marzo de 2015 y siempre la misma ciudad fue el escenario de la matanza de 14 cristianos en sendos ataques suicidas contra dos iglesias. Los cristianos paquistaníes están concentrados al sur de la ciudad de Karachi, en la susodicha región del Punjab y también en Peshawar, produciéndose en los tres puntos de concentración frecuentes ataques contra ellos. Pero el régimen no solo da muestras de debilidad en términos de no proteger como debiera a las minorías cristiana y shií, sino que también se ve en cierta medida impotente ante los arrogancia de los radicales suníes. El mismo Domingo de Resurrección teñido de sangre en Lahore fue testigo, en la capital, Islamabad, de violentos disturbios protagonizados por quienes Carlos Echeverría Jesús. Profesor de Relaciones Internacionales de la UNED


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