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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL MAYO 2016

El soldado actual es valioso, de número limitado y difícil reemplazo El segundo factor que complica las operaciones en tierra en este siglo xxi tiene que ver con la revolución de la información. Las guerras se han introducido definitivamente en los hogares de nuestros ciudadanos, con informaciones e imágenes transmitidas de manera instantánea. El impacto emocional que las noticias de una guerra en tierra puede producir es inmenso, sobre todo las imágenes, tanto que a veces puede obligar a cambiar decisiones estratégicas. Se ha producido una inversión del pensamiento estratégico clásico, que defendía la dirección racional de la guerra, y relegaba lo emocional al apoyo patriótico a la causa. Hoy las decisiones estratégicas se toman, con frecuencia, por cuestiones emocionales, y la razón política se limita, en el mejor de los casos, a elegir la opción menos descabellada entre las que la pasión impone. En estas circunstancias, no es extraño que cualquier dirigente político en el mundo occidental se muestre reacio a iniciar operaciones militares que impliquen el empleo en combate de una fuerza terrestre sustancial. Sencillamente, las fuerzas son muy limitadas y difícilmente reemplazables, su despliegue es extremadamente costoso y casi cualquier cosa 38  REVISTA EJÉRCITO • N. 902 MAYO • 2016 que hagan en combate tendrá un inmediato impacto emocional en la opinión pública, que se traducirá con frecuencia en una actitud negativa. Guerras por delegación Ante ese panorama, la opción preferida por muchos dirigentes políticos es intentar resolver una crisis sin recurrir a fuerzas militares de tierra. El poder aéreo se ha planteado con frecuencia como alternativa. Sin embargo, la experiencia no ha sido, en general, positiva. Sencillamente, se pierde el control de lo que ocurre en tierra. Y es en tierra donde vive la población, pululan los medios de comunicación y ocurren la mayoría de los acontecimientos que realmente interesan. La segunda opción es combinar la opción aérea o marítima con fuerzas terrestres, pero que estas últimas las pongan otros, normalmente actores locales. Es lo que se podría denominar «guerras por delegación» y es una solución antigua como la humanidad. Hasta Roma procuró rodear sus fronteras de Estados vasallos que amortiguasen la primera embestida de los bárbaros, antes de empeñar las preciosas y escasas legiones. Utilizar fuerzas terrestres locales presenta, esencialmente, dos problemas. El primero es que


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