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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

EL PIRATA EDWARD TEACH, ALIAS «BARBANEGRA» Barco pirata ¡Barco pirata a la vista! Oír esta voz de alarma dada desde la cofa de un barco o desde una atalaya de tierra helaba la sangre y encogía el corazón de la gente. Y no era para menos. Sabían que en aquel barco que el vigía acababa de avistar había unos hombres sin escrúpulos, dispuestos a robar y saquear lo que pudieran. Solía ser un barco pequeño, rápido y muy bien marinado, capaz de aparecer cuando uno menos lo esperaba, acercarse a toda prisa por los puntos muertos de las posibles defensas de los atacados para que su gente pasase al abordaje o desembarcase lo antes posible, procurando que sus víctimas no tuvieran tiempo para defenderse. Los piratas, ladrones de oficio y beneficio en la mar, eran hombres sanguinarios, valientes, arrojados, buenos marineros y sin escrúpulos. Y con frecuencia sus ataques solían ser a vida o muerte, porque sabían que su vida no valía nada si caían prisioneros, ya que por sus muchas fechorías lo mejor que les podía pasar era morir colgados por el cuello. Típica bandera pirata en un sello del Reino Unido. Debido a la influencia ejercida por la literatura, y más adelante por el cine y la televisión, hoy se tiene una visión de los piratas un tanto romántica, rodeada de un halo de chulería y libertad. Y a veces llegan a caer simpáticos, como es el caso del pirata John Silver en la Isla del Tesoro, de Stevenson. Pero eso que ocurre en la ficción no se daba en la realidad, donde los piratas eran —y siguen siendo en muchos rincones de los océanos— la escoria de la sociedad, unos desalmados capaces de matar por una moneda de oro. De todas formas, hubo algunos que se hicieron famosos, aunque fuera debido a su 2016 717


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