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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

LA MAR EN LA FILATELIA Sello de Sealand mostrando parte del cuadro de Jean Leon Gerome Ferris con el combate entre Barbanegra y el teniente Robert Maynard. das y un tercero de Madeira. Solía perseguir a los mercantes hasta meterlos en canales y zonas de aguas peligrosas y restringidas que él conocía muy bien, donde los asaltaba para robarles todo lo que fuera de utilidad. En noviembre de 1717, cuando se dirigía de Virginia a la Martinica, apresó un barco francés al que bautizó The Queen Anne’s Revenge, a bordo del cual, armado con 40 cañones, durante unos meses llevó a cabo gran cantidad de fechorías entre Virginia y Honduras. En esta época atacó a la fragata Scarborough de la Armada británica, que sufrió muchas averías y logró huir, pero aquella acción dio gran fama al pirata. Durante sus actividades, Barbanegra organizó diversos refugios por la zona, en Bahamas, en Carolina del Sur y en Carolina del Norte, donde pagaba al gobernador Charles Eden para que le dejase en paz. Otra de las incursiones de Barbanegra tuvo lugar en el año 1718, cuando bloqueó el puerto de Charleston con el The Queen Anne’s Revenge y otros cuatro más y tomó algunos prisioneros. El rescate que pidió fue simplemente una caja de medicamentos, y cuando la recibió liberó a todos. Su apariencia Barbanegra era un hombre fuerte de gran estatura, de la que se aprovechaba para impresionar a la gente, a la vez que le echaba mucho teatro a sus ataques y daba varios toques personales para terminar de aterrorizar a sus víctimas. Solía aparecer armado con varios cuchillos, diversas espadas y tres revólveres en sus pistoleras. Normalmente lucía un gran tricornio con plumas, y bajo el sombrero y entre la barba ponía mechas de combustión muy lenta a las que prendía fuego justo antes del combate. Con esta apariencia, una dura mirada, pegando berridos, con una nube de humo alrededor de su cabeza y lanzando mandobles o disparando sus pistolas a diestro y siniestro, a los ojos de sus víctimas debía de parecer una encarnación del mismísimo diablo. Lo curioso es que a pesar de su feroz aspecto no solía acabar con sus prisioneros. Este le servía para impresionar y paralizar de miedo a los atacados, a los que una vez conseguido el botín dejaba marchar. De hecho no hay registro de grandes ataques efectuados por Barbanegra en los que haya habido muchas víctimas. Su muerte Ante los continuos ataques de Barbanegra, los comerciantes de la zona perdieron la paciencia y decidieron pedir ayuda al gobernador de Virginia para que pusiera fin a las correrías del pirata, el cual, prestando oídos a aquella petición, envió al teniente Robert Maynard con dos barcos en su persecución, encontrándole a finales de 1718 en la isla de Ocracoke, cuando la mayor parte de sus hombres estaban en tierra. Se produjo inmediatamente un duro combate, en el que las 720 Mayo


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