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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

UN SOLDADO LLAMADO MIGUEL DE CERVANTES Porque, de hecho, no existían formalmente entonces un Ejército y una Armada diferenciados y con escalafones distintos, todo hay que decirlo. Y porque ni Cortés ni Pizarro dejaron de ser militares, y de los más grandes que ha dado España, pese a no estar encuadrados en ningún Tercio ni combatir al frente de ellos. La recluta y la vida a bordo Recordemos como se efectuaba la recluta de los soldados de los Tercios: el Rey comisionaba a un capitán para que alistara soldados en tal o cual comarca, acompañado regularmente de su alférez, uno o más sargentos, tambores y escribano. Así se recorrían los pueblos de la zona, «tocando cajas» y animando al enganche a los posibles voluntarios. Concluida la recluta, iban a pie hasta un puerto mediterráneo, normalmente Cartagena, pero también Barcelona, Valencia u otros, y se embarcaban en galeras para hacer la travesía a Italia. Y así conoció Cervantes la Barcelona que describe en El Quijote y más de un puerto y ciudad italianos que describe en otras de sus obras. Pero al embarcar, el papel de los reclutas cambiaba radicalmente, pues en absoluto eran «infantería de transporte», sino que se le señalaba a cada uno su puesto y misión en el combate, pues el enemigo estaba al acecho en nuestras propias costas, singularmente los corsarios berberiscos, también otomanos y otros enemigos, y desde el momento de su embarque el recluta se convertía en soldado, aún bisoño, pero dispuesto a la lucha. El mismo Contreras asistió al primer combate de su vida en esa primera travesía, y Cervantes no conoció otros, como ya hemos recordado. Así que al bautismo de mar se unía el de fuego, lo que marcaba decisivamente a aquellos hombres. Luego, ya en Italia, «tierra de promisión» para aquellos «bisoños», se completaba su entrenamiento, y o bien quedaban allí, porque el frente mediterráneo fue siempre muy importante, o partían a pie por el famoso «Camino Español» a Flandes o a Centroeuropa. Otros salían de puertos atlánticos, Cádiz o Coruña, y en galeones, con otros destinos, pero la situación general era la misma, y esa primera experiencia les influía profundamente tanto en lo personal como en lo profesional. La navegación y la guerra naval era algo que asumían sin mayor problema, y es más: se esperaba de ellos. Muy malos servidores del Rey hubieran sido en la defensa del mayor imperio oceánico que hasta entonces conoció la Historia si no hubiesen sido así. Aún hay más: en nuestros buques el gentilicio «dotación» abarcaba tanto la «tripulación» como la «guarnición». La primera, la llamada entonces «gente de cabo», los hombres que se encargaban de la navegación, eran marineros mercantes o pescadores movilizados para la ocasión y que por ello gozaban del monopolio de los oficios relacionados con el mar, gente considerada como 8 Mayo


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