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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

UN SOLDADO LLAMADO MIGUEL DE CERVANTES En primer lugar y salvo para ocasiones muy especiales, nadie esperaba que en combate en tierra las compañías de un Tercio operasen aisladas. Sin embargo, al embarcar esa era la norma: cada una lo hacía en una galera o en un galeón, y eso cuando no se repartían entre varios buques más pequeños o para reforzar las guarniciones de los más grandes. Así se quebraba por entero la cadena de mando usual en tierra y se entraba en otra, muy distinta. En aquellos tiempos, en que la artillería naval era de lento disparo y recarga, y de inciertos resultados salvo a muy corta distancia, el papel fundamental en el combate correspondía a la «guarnición», que no solo operaba mosquetes y el más ligero arcabuz, sino que manejaba los «esmeriles», piezas intermedias entre el pesado mosquete y los cañones. A cada soldado se le asignaba su puesto en el buque, su misión y el punto o zona que debía batir con su fuego, todo con el propósito de «ablandar» la resistencia enemiga y pasar luego al abordaje, protegiéndose del fuego enemigo con las «empavesadas», o parapetos de circunstancias en las bordas del buque. El abordaje, pese a la distorsionada imagen creada por las películas «de piratas», era un asunto duro y complicado, pues tras el fuego preparatorio, y el lanzamiento de granadas y otros proyectiles, se echaban los arpeos al buque contrario, se aseguraba, incluso con cadenas, que el buque enemigo no pudiera huir, y se enviaban trozos de abordaje especializados a los puntos decisivos del buque enemigo: la popa, donde estaba el timonel y los mandos, y finalmente el combés, donde se hallaba el grueso de la dotación. Es de reseñar que en la composición de tales trozos, la mitad o más de los asaltantes iban armados con arcabuces, proporción y uso táctico completamente distintos de los habituales en tierra, con la consigna de disparar a distancia «que os salpique la sangre del enemigo», a bocajarro, para abrirse rápidamente paso y desmoralizar al contrario. El apoyo venía dado por unos cuantos soldados con espada, a veces alabardas, medias picas o chuzos (la larga pica era poco usada en la mar) y unos cuantos marineros con hachas, para cortar jarcia y cabos de labor. Así que la imagen del cuadrado erizado de picas que formaba el Tercio en tierra en disposición para la batalla, tan representada en los lienzos de la época, era desconocida en los combates navales, donde era imposible formar el conocido «erizo» de picas, indispensable entonces en tierra tanto para el ataque como para la defensa. Y las cualidades y aptitudes requeridas para luchar formado en dicha «falange» y las indispensables para combatir embarcado, se tendrá que reconocer eran bien distintas. Tan formidables eran los infantes españoles embarcados de la época, que no solo se debe a ellos la gran victoria de Lepanto, sino que eran temidos por enemigos como ingleses, holandeses y franceses, que rehuían siempre el abordaje e incluso la lucha a corta distancia con los galeones españoles; y preferían hostigarlos con fuego de artillería a larga distancia, por inefectivo que 10 Mayo


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