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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

A. R. RODRÍGUEZ GONZÁLEZ fuera, y lanzando contra ellos «brulotes» o buques incendiarios, para abrasarlos o, al menos, romper su línea de combate. Pelear a corta distancia o al abordaje con un galeón español era literalmente suicida, y así los holandeses llegaron a adoptar el desesperado recurso de dar fuego a sus santabárbaras cuando veían sus cubiertas dominadas por sus enemigos, teniendo al menos la compensación de llevarse consigo a sus vencedores. También lo utilizaron luego como táctica, simulándolo para conseguir que los españoles abandonaran su ya segura presa. Las tácticas de combate de la infantería naval eran pues, muy distintas de las utilizadas en combate terrestre, incluyendo argucias como no disparar todas las bocas de fuego en una única andanada, lo que, esperado por el enemigo, hacía que aguantaran la «rociada» a cubierto para luego incorporarse para la lucha, contando con la lenta recarga, si no dejar la mitad para una segunda descarga que sorprendía al enemigo al descubierto. Con tácticas como esas, vencieron los hombres del Tercio de Lope de Figueroa en Lepanto y en Las Terceras a otomanos y franceses. Pero, por lo visto, tal Tercio no era suficientemente «naval», puestos a elegir entre la realidad de los hechos y las disposiciones burocráticas. Dejamos a un lado, por obvias, las ocasiones en que los Tercios realizaban verdaderas operaciones anfibias, tanto de desembarco en fuerza como en golpes de mano contra la costa o barcos fondeados enemigos, aunque la lista de unas y otras operaciones es muy larga. Miguel de Cervantes y sus campañas por mar Es bien sabido que luchó en Lepanto como soldado a bordo de la galera Marquesa. Él mismo cuenta que estaba enfermo y con fiebre, pero que se incorporó voluntariamente al combate, consiguiendo el mando del reducto del «esquife» o bote de la galera (que se llevaba en cubierta, hacia popa y entre las bancadas de los remeros, a la otra banda del que se montaba en torno al fogón) resultando herido de dos balazos en el pecho, y con la mano izquierda inutilizada por otro, aunque no necesitaron amputarla, como a veces se cree. Aquí suele terminar la referencia, con su participación en «la más alta ocasión que vieron los siglos y verán los venideros...», en conocidísima frase del propio Cervantes y como si hubiera sido fruto de una excepcional casualidad que Cervantes se viera luchando a bordo de una galera. Pero lo cierto es que, como ya hemos apuntado, el joven Miguel había participado en la campaña del año anterior de la flota (aún sin el mando de don Juan de Austria) y recuperado ya y en las filas del Tercio de Lope de Figueroa, en la del año siguiente a Lepanto y en la conquista de Túnez por don Juan y posterior socorro a La Goleta cuando se produjo el contraataque otomano. Tal vez cinco campañas seguidas en cinco años consecutivos a 2016 11


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