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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

J. FERNÁNDEZ GAYTÁN todos, principalmente asienta y dice mejor en los bien nacidos y de ilustre sangre. Su primera campaña fue, probablemente, el socorro de Chipre, atacada por los turcos. Se reúnen en Otranto las galeras españolas, del mando de Juan Andrea Doria, con las del Papa y las de Venecia, mandadas, así como el conjunto, por Marco Antonio Colonna. El resultado fue un fracaso; los turcos se apoderaron de Nicosia, capital de la isla, y la armada cristiana regresó a Nápoles. El peligro turco aumenta: Selim II pretende ser señor y dueño del mar latino; esto obliga al Santo Padre Pío V a organizar la Santa Liga, para cuyo mando nombra, como generalísimo, a don Juan de Austria. En Nápoles embarca, como ya sabemos, Cervantes en la galera Marquesa. El 7 de octubre de 1571, fecha de la batalla naval de Lepanto, se hallaba éste enfermo de calenturas, por lo cual sus compañeros, e incluso su capitán, trataron de convencerle para que se retirase y no tornase parte en la acción, a lo que se negó rotundamente, porque, ¿qué se diría de Miguel de Cervantes? En todas las ocasiones que hasta hoy en día se han ofrecido de guerra á su Majestad y se ha mandado, le he servido muy bien como buen soldado; y así ahora no hará menos, aunque esté enfermo y con calentura: más vale pelear en servicio de Dios y de su Majestad y morir por ellos, que no bajarme socubierta: así pues, póngame en el lugar más peligroso, y en ello se hará merced. A esto accedió Diego de Urbina, su capitán, ordenando lo colocaran, con doce soldados bajo su mando, junto al esquife, que era uno de los sitios de mayor peligro. De su presencia en el combate, nos dirá el alférez Mateo de Santisteban, en una declaración hecha en el año 1578: Que el día de la batalla que el dicho señor don Juan de Austria dio á la armada turquesca, este día vió que el dicho Miguel de Cervantes sirvió en la dicha batalla era soldado de la compañía del capitán Diego de Urbina, en la galera Marquesa, de Juan Andrea Doria, en el cuerno de tierra, y que un año antes había que el dicho Miguel de Cervantes servía en la dicha compañía, porque lo vió asimismo este testigo..., que se halló presente por ser soldado de la misma compañía. Años más tarde nos evocará Cervantes en su inmortal Quijote, las horas que vivió en Lepanto: ...Y si éste parece no pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja el de embestir dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales, enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que conceden dos pies de tabla del espolón; y con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan, cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza y viendo que al primer descuido de los pies irá a visitar los profundos senos de Neptuno, con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de 1971 41


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