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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA, SOLDADO DE MARINA cias el apresto de un bajel, explicándoles además el objeto de tan osada empresa. No obstante, Cervantes pensó siempre en liberarse y liberar a sus compañeros por sus propios medios, sin ayuda ajena. Y a tal fin tenía tomadas las medidas que en su opinión habrían de asegurar la fuga. El alcaide Azán, renegado griego, poseía un jardín en las cercanías de la mar, del cual cuidaba Juan, esclavo suyo natural de Navarra. Este, de acuerdo con Cervantes, había preparado en lo más oculto de dicho jardín una cueva; allí se habían escondido, según aquél les indicara, varios cristianos a finales de febrero de 1577. Fuéronse agregando sucesivamente otros, así que cuando Rodrigo de Cervantes, ya liberado, partió para España, eran unos quince los que en la cueva se hallaban refugiados, todos hombres principales. Miguel de Cervantes es el jefe nato de esta república subterránea; él se preocupa de la seguridad y subsistencia de todos, por lo que procura interesar en ella al jardinero, que le servía de escucha y atalaya, a fin de que nadie pudiera descubrirlos, y a otro cautivo llamado el Dorador, natural de Sevilla, que de muy joven había renegado de su fe, aunque más tarde volvió a ella. Era éste el encargado de comprar los víveres para los escondidos en la cueva, así como también de conducirlos a ella. Ya reunidos los cristianos que querían liberarse, Cervantes creyó próxima la presencia de la nave liberadora y huyó de la casa de su dueño, acogiéndose a la cueva junto a sus compañeros. Las cartas que su hermano Rodrigo llevara surtieron efecto. Con gran diligencia se equipó una fragata en Mallorca, mandada por un tal Vicente, hombre de gran valor, activo y práctico en la mar y costa de Berbería, recién liberado zarpó por los últimos días de septiembre, arribando a Argel el 28 del mismo mes, y, de noche, para no ser descubiertos, se aproximó a un lugar cercano al jardín, de donde le sería fácil avisar a los escondidos en la cueva. Pero unos moros que vieron la fragata, pese a la oscuridad de la noche, comenzaron con gran algarabia a pedir auxilio, por lo que, asustados aquéllos, dieron vuelta, aunque después, para su desgracia, intentaran de nuevo acercarse a la costa, lo que les hizo caer prisioneros. Nuevo fracaso para Cervantes y sus compañeros de infortunio. Esperaban ellos la libertad, que es uno de los dones más preciosos que a los hombres dieron los cielos..., por ella, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. El Dorador, en quien Cervantes había puesto su confianza, resultó un taimado hipócrita; de nuevo renegó de su religión y avisó a Azán de los propósitos de aquellos. Mucho alegró al rey esta noticia, que le dio oportunidad para hacerse dueño de los cautivos que en la cueva esperaban su liberación. Ordenó al comandante de su guardia que, llevando como guía al delator y con buen número de soldados, llegase a la cueva, y se apoderase de los allí escondidos. Cervantes había advertido previamente a sus amigos que descargaran en él toda la culpa, y al tiempo que los moros maniataban a los cautivos, 46 Marzo


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