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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

E. MARTÍNEZ RICO rendir culto a Cristo en la tierra por la que anduvo: Santos Lugares, Jerusalén. Y por supuesto, Venecia apoyó a España por meros intereses comerciales, no por ningún ideal... Los turcos se cuidaban mucho de atacar las plazas francesas, la catolicísima Francia, para que ésta no interviniera, y Francia no estaba dispuesta a participar en una ofensiva que encabezara España. Pero Felipe II había decidido que había llegado la hora de plantar cara a los corsarios sarracenos. El Turco era el enemigo, pero también el agente que podía desestabilizar la primacía española en el Mediterráneo, clave, como conexión y puente a África, Oriente Próximo y Asia. En aquella época, controlar el Mediterráneo —y esto ya lo sabían los romanos—, significaba controlar aquel mundo. Olaizola, en su De Numancia a Trafalgar, nos recuerda, sin embargo, que aquella obsesión por el Mediterráneo quitaba fuerza a otra que vendría algo después, la de los Océanos, prácticamente vírgenes de las quillas de los barcos europeos. El escenario de la batalla Pero nos encontramos en Lepanto. Cervantes estaba enfermo, tenía mucha fiebre, y le ordenaron permanecer bajo la toldilla, pero él salió de allí y peleó en el esquife, la posición más arriesgada en aquella época. Como un valiente. Rodeado de cadáveres, españoles y turcos, los palos de las galeras tronchados, el velamen en el mar... después de aquel ruido ensordecedor de cañones, Cervantes se debió de encontrar muy solo, pero muy victorioso. Y con una herida que le marcó toda su madurez: un arcabuzazo le dio en la mano, y se la dejó tonta para toda la vida, «para gloria de la otra», la mano con la que escribió El Quijote. Cervantes fue una especie de capitán Alatriste —el héroe de Pérez-Reverte—, pero con una pluma entre los dedos, contando y fabulando todo lo que veía. No fue asesino a sueldo, pero la mala fortuna le persiguió durante toda la vida. Hay quien dice que debió de ser «un sinvergüenza», y algo de eso hay de cierto, pero sobre todo fue un hombre que tendía a meterse en líos, y esto es aplicable tanto a su servicio a España, probablemente debido a su espíritu de aventura, las circunstancias y el deseo de ver mundo, como a todo lo que le ocurriría después. Porque en aquella época, segunda mitad del siglo xVI y principios del xVII, todo es aventura, grandeza y miseria. No entenderemos nunca a Cervantes si no vemos el pícaro que había en él, y también en aquella España, un rasgo nacional y un género literario que se desarrollaría por esos mismos años con El Lazarillo de Tormes. 2008 69


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