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REVISTA GENERAL DE MARINA 270-4 SUP CERVANTES

LAS ARMAS Y LAS LETRAS SEGÚN CERVANTES temen, que todas estas cosas son acciones del entendimiento, en quien no tiene parte alguna el cuerpo.» Pero ¿cuál de los dos espíritus, el del letrado ó el del guerrero trabaja más? Esto se vendrá á conocer según DON QUIJOTE, «por el fin y paradero á que cada uno se encamina, porque aquella intención se ha de estimar en más, que tiene pór objeto más noble fin. Es el fin y paradero de las letras humanas, declaraba: «poner en su punto la justicia distributiva y dar á cada uno lo que es suyo, entender y hacer que las buenas leyes se guarden; fin, por cierto, generoso, alto y digno de grande alabanza, pero no de tanta como merece aquel á que las armas atienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida.» Común ha sido durante no pocos siglos establecer constantes paralelos entre unas y otras disciplinas humanas. DON QUIJOTE lo estableció entre las armas y las letras, para conceder la supremacía á las armas sobre las letras y Gerónimo Merola, por ejemplo, lo estableció entre la Medicina y la Jurisprudencia, para conceder la supremacía á aquella sobre esta. Verdad es que si DON QUIJOTE profesaba las armas, Gerónimo Merola profesaba la Medicina. El amor de DON QUIJOTE á las armas y el de Merola á la Medicina explican, sin necesidad de nuevas investigaciones, la determinación explícita de los fallos. Lo que no se explica tan fácilmente, es que DON QUIJOTE, que andaba buscando textos en las escrituras para sostener la superioridad de las armas sobre las letras, no diera en sus investigaciones con aquel texto del Eclesiastes, puesto al final del capítulo Ix, según el cual melior est sapientia quam arma bellica. Todo esto indica claramente que Cervantes, soldado que perdió un brazo «en la más alta ocasión que vieron los siglos», ó sea en la batalla naval de Lepanto, con que se cerró el camino de Europa á la barbarie Turca, no daba importancia alguna á los tesoros de su ingenio y la concedía considerable á sus méritos militares. Por esto ha podido decir uno de sus más ilustres comentaristas que «el inmortal autor del Quijote estaba tan distante de saber lo que valía por su ingenio, que sólo se acordaba de sus méritos militares, que al cabo no podían pasar de ser los de un simple soldado, y así no echaba de ver que su siglo fué todavía más injusto con su pluma que con su espada ». Verdad és que en todo este discurso y en la comparación de las comodidades que se prodigaban á las letras y se escaseaban á las armas, á pesar de la dura condición de los tiempos, Cervantes, por lo que se ve, no se olvidaba de sí. La pobreza en que se hallaba, después de estropado en la guerra, no le permitía conformarse con la desigualdad de los premios, entonces como ahora menos entregados al mérito que al favor, los cuales á su vista disfrutaban, á título de letrados, otros cuyos nombres aparecen en los registros de la historia cubiertos con velos de olvido, impenetrables a las miradas é investigaciones de los doctos: ¡hasta tal punto resultaron insignificantes y anónimos por sus obras! 76 Mayo


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