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REVISTA GENERAL DE MARINA 2016

dispuestos para el lanzamiento. Entendiéndose que las condiciones exigidas procurarían los concurrentes excederlas, tanto con relación a la velocidad a flor de agua o en inmersión, tiempo que el barco puede hallarse bajo la superficie del agua y armamento. J. A. G. V. 24.970.—Morir no es lo mismo para un aristócrata Esta es la historia del fallecimiento de un grupo de nobles, altos cargos militares y caballeros que viajaban en el galeón Nuestra Señora del Juncal, que en el año 1631 hacía la Carrera de Indias junto al buque insignia Santa Teresa y otros once navíos mercantes. En medio de una impresionante tempestad, el Nuestra Señora pierde el gobierno; inmediatamente, el capitán da la orden de lanzar los cañones de bronce y las culebrinas, que comienzan a ser engullidos por las olas. Después vendrán las cajas con la mercancía, y no solamente las que esconden el millón de pesos en plata y reales que transportaba. Uno tras otro, son arrojados al mar los cajones repletos de chocolate —el oro negro de la época— y de los tintes con los que debían teñir sus ropajes los nobles de media Europa. Nada de esto funciona… La única oportunidad de salvarse es conseguir poner a flote la barcaza auxiliar, que también se halla atascada entre cabos, tablones y poleas. Todos a una, el esfuerzo es sobrehumano, y nuestros aristócratas deciden retirarse a sus camarotes, entregados a una muerte honorable, rezando como los caballeros que son. Los simples marineros, que valoran su vida por encima de las convenciones sociales, siguen intentando salvar el pellejo, luchando contra el peor enemigo al que el hombre jamás se enfrentó; están exhaustos, pero, de repente, el esquife se libera y logran botarlo al mar. Han salvado sus vidas, aunque estas no fueran de mucho valor. Era la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre de 1631; la nao se abrió por la proa y se fue a pique. Solamente 39 de los 300 tripulantes se salvaron. Ningún aristócrata rico entre ellos. Han transcurrido casi 500 años desde que ocurrieron estos sucesos, y es de esperar que los restos de este galeón y de otras muchas embarcaciones que perecieron en estas rutas transoceánicas algún día sean rescatados por arqueólogos profesionales, que valorarán el hallazgo de los lingotes de oro, armas, vajillas y demás objetos que formaban parte del utillaje de aquella sociedad, pero también reflexionarán sobre las diferentes maneras en que los hombres de su tiempo se enfrentaban a la muerte; y eso para un científico vale más que todo el oro del mundo. A. Á. R. 24.971.—El parchís, juego naval Con el nombre de Uckers, el parchís ha sido uno de los juegos más populares en las cámaras de oficiales de los buques de la Marina británica, y hoy en día sería muy difícil encontrar un barco de pabellón británico que no cuente con varios tableros. Se puso de moda en el siglo xIx, al traerlo de sus colonias en la India los buques allí destacados. Se juega uno contra uno o por parejas, y si bien sus reglas son comunes y coinciden con las conocidas en España, en cada barco se introducen algunas reglas específicas. Tal vez esa sea la razón por la que todavía no se ha podido convocar el campeonato de parchís de la Marina inglesa. En la versión más popular de uno contra uno, gana el juego el primero en tener eight piece in harbour y, aunque pueda sonar a broma, la frase es literal. DAVA 24.972.—Santa Misa Una Real Cédula de 10 de febrero de 1582 ordenaba que antes de partir las armadas confesasen y comulgasen todos sus tripulantes, llegándose al prohibir el MISCELÁNEA 504 Abril


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