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orillas del río Ulla, frontera entre las provincias de Pontevedra y La Coruña, no percibimos que el viaje estaba tocando a su fin hasta que un atronador sonido de cohetes nos despertó a la realidad; junto al agradable sonido de un grupo de gaitas y panderetas. Era la recepción que el pueblo de Pontecesures, con su alcalde a la cabeza, había montado en nuestro honor. De nuevo abrazos y aplausos, en el desembarco, palabras del alcalde y Presidente de la FEAACS, sonrisas, fotos, intercambio de presentes, algarada general, y la reafirmación de que, efectivamente, no era una peregrinación cualquiera, se estaba abriendo un nuevo y peculiar Camino a Santiago. Tras cruzar el antiguo y hermoso puente de piedra que separa Pontecesures de Padrón, ya en La Coruña, nos dirigimos, agotados, a la búsqueda de nuestros aposentos, se nos había cedido un convento muy próximo al albergue de peregrinos; la otra cara de la moneda era que había que dormir en el suelo. Lo que importaba realmente era que disponíamos de un lugar para descansar, y una ducha caliente, tras un día repleto emociones. Para los representantes del ET, Armada, científicos y FEAACS la ducha tuvo que ser a la carrera, como en los mejores tiempos de la escuela naval, ya que diez minutos más tarde debíamos ser recibidos en el ayuntamiento por el alcalde, concejales, y nuestros dos coordinadores locales, de la policía local y de información y turismo de Padrón. En el salón del pleno del ayuntamiento tuvo lugar un fugaz encuentro con palabras de agradecimiento por ambas partes, un nuevo intercambio de presentes, y los mejores deseos sobre el proyecto peregrino. Y digo fugaz porque inmediatamente después daba comienzo la Misa Peregrina en la iglesia de Santiago, oficiada por el Padre Roberto sobre la reliquia del «pedrón», curiosa piedra donde se dice que se amarró la barca que transportaba el cuerpo del Apóstol y que hoy da nombre a esta villa. Al finalizar la misa, ya más tranquilamente, la mayoría nos dedicamos a comprobar cuanto de cierto hay en eso de que «unos pican y otros nón», sacudiéndonos varias raciones de los diminutos pimientos y alguna que otra ración de pulpo y tras ello procedimos a empiltrarnos y a disfrutar, tras el toque de silencio, de un auténtico concierto de ronqui- 24 BIP


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