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Noble y directo iba de frente si lo citaban. Valor demostrado y reconocido con la Medalla al Mérito Militar Distintivo Rojo por recuperar un Harrier arriesgando su vida. Deportista. Fue campeón de tenis de la Armada, jugador de balonmano de gran tesón y reflejos. Nadador incansable. A partir de los cincuenta años se dedicó al golf y en poco tiempo era handicap 8. De guardiamarina decía que las aulas y la pizarra le producían «mareos incontrolables» pero sabía que nada le iban a regalar en la Escuela Naval, así que se aplicó como todos para terminar con éxito la carrera. Su especialidad fue el Arma Aérea, primero como piloto de helicópteros Huey Cobra en la Séptima Escuadrilla para luego hacer el curso de reactores de la US Navy en las bases de Pensacola (Florida ) y en Meridiam (Mississippi). Finalmente en Inglaterra hizo la transición al avión Harrier en la Base de la R.A.F. en Wittering. Su corazón hacía pareja con el potente motor del Harrier. Uno ponía su coraje, el otro la potencia y así como el caballo reconoce al jinete, parecía como si el avión identificara al piloto quien lo devolvió siempre a su hangar. Haciendo un ejercicio a baja altura colisionó con un buitre que impactó en su cabina, la sangre y plumas cegaron el pequeño hueco necesario para ver pista. Debido al impacto la única alternativa era aterrizar de forma convencional a 340 km/h. Confió en su Jefe el capitán de corbeta López Nuche, líder de la formación que cerrando las distancias lo posicionó en la vertical y a escasos metros de pista, a partir de aquí toda la decisión dependía de Moncho, podía lanzarse con su paracaídas o intentar devolver el caballo a su cuadra. Continuó su descenso y notó el aterrizaje sin verlo, miro a derecha e izquierda y efectivamente no volaba pero corría como si volase, mejor no mirar de nuevo, poco a poco accionando de igual forma los pedales del freno recorrió los 4 km de asfalto y allí parado, respiró. Auténtico Líder, tanto como comandante de buques, como de jefe de la Escuadrilla de Harrier y como jefe del destacamento en Tailandia para instruir pilotos de la Marina Real Tailandesa. Asumió todas las responsabilidades de las funciones delegadas a sus subordinados siendo un ejemplo continuo para los que tuvieron el privilegio de estar a sus órdenes. Cariñoso y humano les dejó un recuerdo imborrable. Los idiomas y su correcta pronunciación no fueron su «fin» sino el «medio» para aprender lo que tenía que saber y enseñar lo mucho que había aprendido. El destacamento de la Armada en la Base de Utapao al sur de Tailandia, se enfrentó a muchos problemas tanto técnicos como ambientales dadas las temperaturas y humedad tropical. Los ojos de Moncho, negros como grillos penetraban en el alumno de excelente cortesía militar que respondía a todo «yes» sin confirmarle si entendía los importantes pasos del despegue vertical. Ahora instalado en la cabina trasera, Moncho tenía que asumir el riesgo de comprobarlo. Desde esta posición no veía los interruptores que tocaba, solo luces que indicaban que al menos sabía arrancar, pasaban minutos que parecían horas hasta que el alumno posicionaba la palanca de toberas en posición vertical, ahora la de potencia a tope. El rugido del motor hacía vibrar todo y esos mismos ojos ya no penetraban en nadie, daban vueltas a todos los instrumentos mientras el avión ascendía como un globo al que le desatan el nudo. Ya en el aire le ayudaba a controlarlo hasta que poco a poco la bestia se movía dócil y tranquila a 30 metros del suelo. Un par de desplazamientos laterales, un giro, otro y despacito para abajo, ¡corta¡ Repitamos. Este tipo de despegue se hacía antes del amanecer cuando ya había 35 grados y 70% de humedad. A nuestros tres instructores de vuelo y mecánicos les esperaba un día más de riesgo, calor y humedad. Como tantas veces, creo que nadie dejó recuerdo escrito de aquella misión de la Armada. El pasado día 28 de agosto, Moncho despegó por última vez y puso rumbo al Cielo donde, entre los muchos que lo esperaban, acababa de llegar nuestro querido Ramón Peral, capitán de navío de la Promoción y también piloto. En tierra, quedó su familia, los que tuvieron la suerte de ser sus jefes y subordinados, y todos sus compañeros a los que nos dejó por herencia su ejemplo. Descanse en Paz CN. (R) JOSE MARíA SUANZES 80 BIP IN MEMORIAM DESPEDIDA A MI COMPAñERO y AMIGO RAMóN DíAz GUEVARA, PILOTO DE HARRIER GRACIAS PAPÁ (Extracto de una carta de Guillermo D. Guevara, tras la muerte de su padre, piloto de Harrier de la Armada): …Gracias a ti he podido viajar por el mundo y vivir en sitios realmente impactantes y exóticos. Gracias a ti ahora soy capaz de hablar en dos idiomas. Gracias a ti he conocido gente interesante que ahora puedo llamar amigos. Tú hiciste posible que pudiera estudiar en colegios y universidades internacionales. Tú me has dado la mejor vida a la que un adolescente pudiera aspirar. …Yo he cometido muchos errores, pero tú siempre has estado allí para apoyarme incondicionalmente. No podría estar más orgulloso. …Has perdido esta última batalla contra esta terrible enfermedad, pero ganaste muchas otras. No puedo creer que te hayas ido tan pronto. Demasiado pronto… …Sé que estarás velando por mí desde donde quiera que estés. Te quiero, Papá.


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