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REVISTA GENERAL DE MARINA AGO-SEPT 2016

CENTENARIO DE LA CREACIóN DE LA AERONÁUTICA NAVAL primeros ni últimos. Él jugó un papel, uno más, como el de cualquier otro, y este requería de unas características particulares; en su caso, la genialidad y el carisma necesarios para liderar un sueño como el que la Armada quiso asignarse a sí misma. Aunque se desempeñó con gran dureza en la mar y en los despachos, su corazón fue un corazón tierno, siempre preocupado por sus subordinados, especialmente por los de menor rango. Durante muchas Almirante Saturnino Suanzes de la Hidalga. Navidades, después de su retiro, seguían llegando tarjetas de felicitación y recibiéndose llamadas telefónicas de marineros que habían estado a sus órdenes y de los que, desmemoriado, fingía acordarse. Pocas semanas antes de morir, en una de las muchas visitas al pequeño cuarto donde, entubado, pasó los últimos meses de su vida, le llevé como sorpresa —todo lo que tuviera que ver con sus hijos y la Armada le resultaba especialmente grato— la noticia de que me habían asignado el mando del bAC Cantabria. Sin saber si me escuchaba, entendía o asimilaba, le describí un barco del que no conocía ni el nombre, le enseñé la foto y le expliqué que desplazaba 20.000 toneladas. Permaneció inmóvil, sin cambiar la vista de dirección, parpadear o dar la más mínima muestra de haberse enterado. Casi dos horas más tarde, pegó un pequeño respingo y agarrándome del brazo con todas sus fuerzas, que eran más bien pocas, se me acercó y, gritando con un leve hilo de voz, me dio su último consejo: «¡Ten cuidado con la inercia!». Ya ni podía ponerse en pie y estaba literalmente en los huesos, pero todavía le quedaban ganas para imaginar una atracada. Genio y figura hasta la sepultura. 250 Agosto-septiembre


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