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LA LEGION 536

Cartas << Colaboraciones<< y ovejas y te traigo porque sé que tienes una espinita clavada conmigo, quiero que elijas el animal que más te guste que nos lo llevamos para Almería”. Nos adentramos entre aquellos gigantescos árboles y matorrales y después de caminar unos minutos estaba allí el corral con su amigo esperándonos. Nos saludó y no tardó mucho en enseñarnos todos los animales que tenía. Ellos se metieron en la casa y el dueño me dijo con voz ronca: “Pasa hasta el fondo donde están las crías y cuando salgamos me dices cual es”. Eso fue lo que hice, fui apartando animales de mi camino de todo tipo, con lana, con pelo, altos, bajos, sucios, de color blanco, negros, cabras, borregos con cuernos retorcidos, menos retorcidos, la verdad es que tenía muchísima variedad. Hasta que al fin pude entrar en aquel almacén donde había unas rocas gigantescas justo en el centro y dos de sus cuatro paredes hechas con lascas de roca negra que había aprovechado de las faldas de una ladera que moría allí mismo. Una vez dentro di una mirada general y no vi nada fuera de lo común, todos eran iguales. Pero aquellas piedras en mitad de todo aquello me llamó la atención, me acerqué porque quería rodearlas. Una vez allí me costó bastante trabajo llegar por miedo a pisar a una cría, levante la mirada y allí estaba, subida en lo más alto de las rocas, con sus cuatro patas juntas y sacando pecho, era el amo de todo aquello, desde allí sabía que divisaba todo. Era una cría con unos dos meses aproximadamente, sin cuernos, con mucho pelo, con unas patas muy largas y delgadas y su color fue lo que más me llamó la atención, era blanco y gris y estaba difuminado por todo su cuerpo desde el hocico hasta el rabo. Me quedé observando lo que hacía hasta que llegaron. Levanté la mano y lo señalé con el dedo y el hombre sin pensárselo subió, lo cogió y se lo echó al hombro para poder bajar con él. Una vez en el suelo me lo dio. El capitán, cuando lo cogí en brazos me miró a los ojos y asintiendo con su cabeza. Después de todo esto volvimos al coche, ya éramos uno más en la familia legionaria. Antes de ponernos en camino se acercó el cabrero y me dijo: “Ten cuidado con este animal porque es especial”. Me picó la curiosidad y le pregunté, que porque tenía esa cría con lo diferente que era a las demás. Y fue cuando me dijo que uno de los días que sacó a su rebaño por aquellas montañas heladas vio como una cría de cabra montesa había perdido a su familia y estaba sola y desnutrida. Entonces la cogió y la puso debajo de una de sus cabras que tenía leche y rápidamente se colocó debajo de una de las ubres y empezó a chupar. Desde aquel entonces no se separó de aquella cabra. Después de escuchar todo esto, yo que iba detrás en 536· III-2016 57 La Legión


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