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REVISTA GENERAL DE MARINA DICIEMBRE 2016

Felipe (dominando el muelle de Curuxeiras), que fue transformado en un parque, y el más importante, el Baluarte del Infante (destacado en el plano de la página anterior dentro de una circunferencia), que es uno de los seis que tenía la muralla para la defensa terrestre, y en la actualidad alberga el Archivo Intermedio Militar Noroeste, después de haber sido acuartelamiento de varias unidades de Artillería. Estos vestigios poseen un indudable valor histórico como muestra de la arquitectura militar de la época de su construcción. J. J. P. C. 25.017.—Yernísimo A Fernando VI le sucedió en el trono su hermano Carlos, infante de España y rey de las Dos Sicilias. Encargó este su traslado desde Nápoles a Barcelona al director general de la Armada, don Juan José Navarro, marqués de la Victoria, quien reunió para la ocasión una escuadra de quince navíos, cuatro fragatas y dos tartanas. El buque elegido para el transporte de la familia real fue el Fénix, cuyo comandante, el capitán de navío Gutierre de Hevia casualmente era el yerno del marqués. Tras una travesía de trece días, a su llegada a la Península el 17 de octubre de 1759, el nuevo Rey colmó de regalos y mercedes a la dotación del navío y, en general, a cuantos tuvieron relación con el traslado. Entre todas las gracias concedidas por el que sería en breve coronado como Carlos III, al citado Hevia le correspondieron los títulos de marqués del Real Transporte y vizconde del Buen Viaje, aunque también, y por recomendación expresa de su suegro, el Rey le concedió el empleo de jefe de Escuadra y el destino de comandante de los Batallones de Marina, pero con el sueldo doble correspondiente al mando de escuadras, aunque estuviese destinado en tierra. Menos de dos años después de esta comisión, con el cargo de comandante general de las Escuadras de América, tenía a sus órdenes 21 navíos y 10 fragatas, distribuidos entre La MISCELÁNEA Habana, Santiago de Cuba, Veracruz y Cartagena de Indias. La guerra con Inglaterra era inminente y se le encomendó la defensa de La Habana ante una posible invasión británica. Como es sabido, el ataque se produjo y acabó con la toma de la ciudad por el enemigo, a pesar de la defensa heroica del Castillo del Morro. Sin embargo, Hevia no hizo gala del mismo valor que mostraron sus subordinados. Su falta de ánimo y la inacción en sus responsabilidades individuales como comandante de la Escuadra, y colectivas como componente de la Junta de Generales, le valieron un consejo de guerra en el que ni la brillante defensa preparada por su erudito suegro le evitó la pena de privación completa de sus empleos militares, destierro de la Corte 40 leguas en contorno por diez años y resarcimiento con sus bienes de los daños causados a la Real Hacienda y al Comercio, mancomunadamente con otros componentes de la Junta. Sin embargo, poco tiempo después, a instancias otra vez de su suegro, el Rey le concedió el perdón, restituyéndole su empleo de jefe de Escuadra y la antigüedad que tenía (no obstante lo dispuesto en las ordenanzas), levantándole el destierro y devolviéndole su mando de los Batallones de Marina, de nuevo con sueldo doble. G. V. R. 25.018.—Flotas y corsarismo La reacción frente al crecimiento de las acciones de los corsarios berberiscos que se manifiesta desde finales del siglo XVI fue la formación en 1630 de la Flota del Mediterráneo con base en el puerto de Cartagena, a semejanza del Almirantazgo y Flota instituidos en 1624 para proteger el comercio con los países del Atlántico Norte. La iniciativa partió de Juan de Rojas, aventajado de las galeras de Nápoles y residente en Cartagena, y de Esteban de Oliste, comisionado real en Nápoles, que junto con varios mercaderes cartageneros de origen genovés 2016 909


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