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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 911

SECCIONES FIJAS REVISTA EJÉRCITO • N. 911 MARZO • 2017  101  y honra la labor del soldado que cumple con honor la sagrada misión de proteger a su pueblo de la agresión exterior. Al tiempo que no olvida apoyarse en una cultura general que aglutine los valores nacionales tradicionales. Así mismo, siente que su país debe recuperar no solo el esplendor del pasado, sino el que le corresponde por historia, cultura, territorio, recursos naturales y población, sin olvidar su capacidad militar y nuclear. Consecuentemente, persigue devolver a sus conciudadanos el orgullo en parte perdido, superar la humillación que sienten en la percepción de que la OTAN y EEUU han sometido a su país desde que en 1991 desapareciera la Unión Soviética. En el contexto de la política interna sus anhelos estarían oscilando entre una dictadura con aires democráticos y una democracia de soberanía popular, pero siempre basados en una modelo de calidad, responsabilidad y servicio, al tiempo que rechaza el mero populismo político y se inscribe, por el contrario, en un proyecto de reforma controlada. En definitiva, una forma particular de democracia que no tiene por qué parecerse a las occidentales, a las democracias liberales, y de hecho no es lo que busca. En temas sociales, Putin siente la preocupación por la paulatina pérdida de población que sufre su país, situación que pretende atajar fomentando los valores familiares, la familia, y haciendo frente a la homosexualidad. Su visión del mundo externo no es especialmente positiva, pues considera que los ciudadanos rusos, como otros pueblos, están sometidos a un intento de sometimiento a la voluntad de los poderes de las democracias occidentales mediante la dominación cultural, imponiéndoles por la fuerza valores y principios alejados de su propia cultura e historia. Para contrarrestarlo, Putin se dirige a reencontrar el camino conservador, fundamentado en los pilares del patriotismo, la familia tradicional y los valores cristianos, Patria, Familia y Dios, lo que inevitablemente lleva al choque con un Occidente liberal. En cierto modo, sería la oposición de una Rusia «teocéntrica» ante un Occidente «antropocentrista », es decir, centrado en el hombre principalmente y alejado de la religión. Para fortalecer su posición, Putin toma la decisión de aliarse con la Iglesia ortodoxa para moralizar al pueblo, apoyándose firmemente en el poderoso patriarcado ortodoxo de Moscú. De este modo, erige a Rusia en la nueva Roma, en la reserva y cancerbera de los verdaderos principios cristianos. Lo que se convierte en el armazón, equiparable en la otrora ideología comunista, sobre el que construir ese mundo nuevo, pues otorga a los rusos la condición de elegidos por Dios para conservar la auténtica fe, la fe cristiana. Al mismo tiempo, este mismo fomento del cristianismo ortodoxo le permite enfrentar, con la fuerza que sólo proporciona una religión, los nacionalismos que pudieran surgir. Le queda por resolver a Putin qué hacer con las crecientes poblaciones musulmanas que habitan en el territorio ruso —casi el 10% del total—, sin olvidar a otras religiones con importante número de fieles, como el budismo. Seguramente sabrá jugar sus cartas para aparecer como protector de dichas minorías religiosas, a las que sólo vigilará para evitar el surgimiento de extremismos con potencial desestabilizador. Por lo que respecta a Europa, a Putin le duele que se haya dejado a Rusia fuera del proyecto de construcción europeo y que ahora sea vista como un adversario geopolítico en muchas de las capitales del continente. Para él, Europa sin Rusia no conseguirá ser jamás relevante en el mundo actual y mucho menos en el que se avecina. Sigue pensando que una Europa de la que Rusia fuera parte integral se convertiría en la principal directora del devenir de todo el planeta. En términos económicos, Putin ve una gran ventaja en la implantación de un sistema basado en la economía libre de mercado, sabiendo que deberá hacer frente a fuertes rivales internacionales, en enconada lucha por recursos y mercados. En esta línea, uno de sus primeros objetivos es expandir el rublo, como punta de lanza de la ampliación de sus tentáculos económicos. Para conseguir estos objetivos políticos y económicos, que tanto tienen de revolucionarios, Putin se las habrá de ver con vigorosos adversarios, desde potencias estatales a poderosas ideologías, religiones y grupos de poder fáctico, algunos tremendamente influyentes en sus respectivas sociedades e incluso con ramificaciones mundiales. Sin la menor duda, estos no le van a allanar el camino de la implantación universal de sus ideas. Pero a buen seguro eso no será óbice ni cortapisa para que una persona como Putin, que ha dado sobradas


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