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EJERCITO DE TIERRA ESPAÑOL 911

los alquileres se disparasen. Manuel y su familia tuvieron que mudarse a una vivienda mucho más pequeña y la vida se hizo aún más dura. En verano, los hijos más pequeños comenzaron a ir a los campamentos de la OJE, porque allí al menos tenían asegurada la comida. Arturo consiguió empezar a trabajar como administrativo en el Sindicato Vertical y después pluriemplearse como locutor en Radio Santander. Pero la situación seguía siendo difícil y un día planteó poner a trabajar a dos de sus hermanos menores, entre ellos a Paco, el que había nacido en Casares, de aprendices en la peluquería de un amigo. Tras meditarlo mucho, el resto de la familia, en particular las hermanas mayores, se opuso. Los chicos eran buenos estudiantes y valía la pena darles la oportunidad de continuar formándose. Algún día quizá pudieran incluso hacer una carrera y mejorar su posición. Aquella intervención cambió, para bien, la vida de unas personas, e indirectamente y como consecuencia, también la mía. Porque, me parece que no lo he dicho antes, Paco sería mi padre, Arturo mi tío y Manuel Moreno mi abuelo. Manuel nunca se reincorporó a su puesto en las fuerzas de seguridad pese a que, tras años de recursos a la Administración, logró que se le conmutara la pena a la que fue sentenciado por una menor que llevaba aparejada la suspensión, pero no la separación del servicio. De este modo volvió a ser militar, aunque en la reserva y luego retirado, ascendiendo por antigüedad no solo a capitán sino a comandante. También le devolvieron las condecoraciones que le habían sido retiradas. Así logró que, tras su fallecimiento, mi abuela pudiera cobrar una pensión. La mayor parte de la familia ya no se movió de Santander. Arturo se convirtió en uno de los locutores más populares y queridos de Cantabria, sobre todo por su organización de numerosos programas benéficos. En 1960 recibió el prestigioso Premio Ondas. Paco siguió estudiando y fue el primer miembro de la familia que consiguió acabar una carrera universitaria. Por cierto, las fotos de mi abuelo con Blas Infante terminaron apareciendo años después, traspapeladas entre las páginas de un libro viejo. Ahora son un recuerdo de días lejanos, unas veces felices y otros amargos. Pero ya nunca más serán de utilidad en ningún juicio.■ 96  REVISTA EJÉRCITO • N. 911 MARZO • 2017


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