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Revista General de Marina 269 5 dic

TEMAS GENERALES En el centro de excelencia del pensamiento naval español, que es la Escuela de Guerra Naval, el profesor Romeu de Armas, eminente historiador, solía dictar su conferencia semanal los viernes, lo que proporcionaba un agradable regusto intelectual para el fin de semana. Durante algunas de aquellas conferencias, planteaba la visión contrapuesta entre Castilla y Aragón o, dicho de otra manera, entre Isabel y Fernando a la hora de afrontar la expansión española. Castilla optó por el crecimiento territorial en América, mientras que Aragón buscó la forma de estar presente en los focos de intercambio comercial en el Mediterráneo o crear nuevos enclaves donde asentar su influencia. En un análisis de primera impresión, la expansión territorial obliga a un enorme esfuerzo, el de la colonización, cuyo empeño se centra inicialmente más en las gentes que en los recursos, por lo que produce escasos beneficios a corto plazo. Sin embargo, proporciona resultados permanentes a largo plazo y, por ende, proyección en el tiempo. Por el contrario, el control del comercio ofrece beneficios inmediatos porque aleja la necesidad de intercambiar culturas, pero requiere agilidad y capacidad de reacción. únicamente los muy grandes son capaces de colonizar, en tanto que el control del comercio lo pueden ejercer aquellos que, sin un gran potencial humano, son capaces de situarse en la élite intelectual o del desarrollo y mantenerse en una evolución constante. Así pues, aunque parece contradictorio, optar por la expansión territorial o llevar a cabo el control marítimo del comercio resultan dos opciones complementarias, una práctica que las naciones buscan trasladar al ámbito marítimo, por muy modesto que este sea. La expansión territorial, en la visión continental de las naciones, se traduce en la delimitación de los espacios marítimos, lo que de facto no es más que la proyección del territorio, en tanto que, en una visión marítima, la mirada se centra en todo aquello que se relaciona con el tráfico marítimo, las vías de comunicación, la seguridad marítima, el control de los estrechos, etc. Los primeros quisieran ver la mar repartida y los espacios marítimos delimitados. Los segundos tener acceso a la alta mar sin restricciones. La realidad es que la posesión de los recursos que la mar proporciona, y que trata de preservar quien se decanta por la delimitación de los espacios marítimos, resulta perfectamente compatible con la libertad de navegación y comercio de la que hablaba Vitoria, redundó Vázquez de Menchaca y se apropió Groccio en el siglo XVI. La alta mar es probablemente el único espacio de libertad que resta en el mundo, donde la voluntad de cooperar o de confrontar voluntades está escasamente condicionada, y donde estar y saber estar proporciona el peso a las naciones. En este contexto, la geografía da a España un factor constante, como es la posición preeminente en líneas de comunicación marítima y de algunos de sus puntos focales, pero también es cierto que la gestión de este potencial se ha 896 Diciembre


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