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Revista General de Marina 269 5 dic

HISTORIAS DE LA MAR «comunista oficial» ahorra mucho trabajo, y Alagna no ayudaba: la mañana siguiente a la salida de Nueva York le pidieron alimentación al gonio del puente, y cuando transcurrido el plazo normal para obtener una situación oyó jazz, no se le ocurrió otra cosa que dar un corte al oficial de guardia (2.º oficial Freeman) a través de un mensajero (Tell the mate not to use that goddamned compass so much and stop tuning in music on it). Estupefacto, Freeman le explicó unos «conceptos» y prometió mediar ante el capitán para conseguirle un despido fulminante. Ya en La Habana, un policía visitó al capitán para informarle de un complot de última hora contra su buque, y la probable existencia a bordo de un agente comunista; cuando Willmott le describió su «envenenamiento», el incendio reciente y la conducta de Alagna, el policía dijo que eran «síntomas clásicos de la presencia de los rojos». Alarmado, el capitán planteó al 1.er oficial esposar a Alagna, pero el escaldado Warms le convenció de que bastaría con vigilarle de cerca. Willmott también habló con Rogers, que al parecer aprovechó la ocasión para ganar unos puntos informándole que Alagna tenía dos botellas de ácido que él ya había «descubierto» y arrojado por la borda. Willmott quedó obsesionado con la posibilidad de que Alagna le arrojara ácido a la cara, sin percatarse de que la presencia de ácido es normal si se trabaja con baterías. Aun considerando la «mala calidad» de su tripulación, sorprende que un capitán con la percepción de amenaza que tenía Willmott permitiera una degradación de la seguridad como la que sufría su buque aquel verano. Para empezar, los disparadores de las puertas cortafuegos estaban desconectados (quizá para evitar accidentes), y buena parte de la tripulación no sabía activarlas manualmente; además estaban mal instaladas, con un espacio de 15 cm entre su parte superior y el techo. Luego estaban las gruesas capas de pintura que se acumulaban en los mamparos, síntoma de un mantenimiento más cosmético que responsable, y por añadidura los ejercicios CI eran risibles y casi clandestinos. Willmott tenía sus motivos: en mayo una pasajera les había demandado por 25.000 dólares tras resbalar y fracturarse un tobillo because other passengers were playing with the fire hose. El resultado fue que, apenas salían de Nueva York, a buena parte de los hidrantes se les enroscaba la tapa y retiraba la llave y la manguera. Como era de temer los ejercicios de abandono en la mar se hacían sin apenas presencia del pasaje, y los botes no se arriaban a cubierta para evitarles daños. Da idea de los inputs con los que debía lidiar Willmott que, con una bodega incendiada nueve días antes, diera instrucciones que anulaban los detectores de humo en otras dos porque una partida de pieles sin curtir cargada en La Habana apestaba al pasaje. A las 18:00 del miércoles 5 de septiembre el Morro Castle salió de La Habana con 231 tripulantes y 318 pasajeros, y horas antes lo hizo de Bahamas una tormenta tropical que le pisaría los talones durante todo el viaje. Ya el jueves empeoró el tiempo, y el meteo para la noche anunciaba viento ENE fuerza 8; tras autorizar una reducción de velocidad (seguramente por la cena), 2015 929


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