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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

110 ALBERTO BRU SÁNCHEZ-FORTÚN macizo de Anyera y despejara la comprometida situación de Tetuán, sin esperar la lenta creación de un ejército colonial71. Pero faltaba en el debate otro de los grandes pesos pesados y una de las cabezas políticas mejor amuebladas de aquellos días: don Antonio Maura, hombre comprometido profundamente con los sucesos nortea-fricanos a través de su máxima responsabilidad en el tratado de 1904 y de la campaña de Melilla de 1909. En línea parecida a la de Cambó, afirmó la diferencia de intereses entre Francia y España, señalando que la zona francesa era para Francia un territorio, pero la nuestra no debía ser otra cosa para nosotros que un litoral, idea estratégica que defendió a lo largo de su vida y que resultaba todavía perfectamente identificable, por ejemplo, en la conferencia de Pizarra de febrero de 192272. Además, sostenía después, a lo que nos obligaba realmente el tratado de 1912 era a asistir la autoridad y arraigo del jalifa, lo que resultaba ser, al cabo, una obra política y civil, en modo alguno militar. En cambio, en Ma-rruecos habíamos dado la espalda a la obligación política de gobernar, delegándola en el Ejército, cuya naturaleza no puede prestarse a tal des-empeño. Es por todo ello que no teníamos ninguna obligación de pre-parar fuerzas militares con que operar en África, y en un momento de su intervención llegaba a decir: “Bien habría querido yo, como cualquier gobernante, preparar al ejército, engrandecerle y dotarle; pero no para la acción en África, preparar al ejército, sí, para defender á la Patria y para cumplir su misión en la Península”. Aquí conviene que nos detengamos un instante y nos preguntemos si afirmaciones de este calibre ante el Congreso no estarían también en la base de la decisión de las Juntas de Defensa, solo tres años después, de ofrecerle el poder. Podríamos pensar que los títulos de Maura ante ellas no se reducirían únicamente a ser el hombre implacable en la defensa del orden público cuando la coyuntura de 1909, sino que también se fundarían en acreditarse como el defensor del ejército peninsular, que veía inadecuada y contraproducente nuestra acción militar en Marruecos73. 71  El magisterio de Llorens sobre Julio Amado en “Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados” n.º 71 de 9 de julio de 1914, pp. 1989-1997. Su dis-curso en el debate sobre el mensaje de la corona en ibídem, n.º 32 de 22 de mayo de 1914, pp. 793-797. 72  Ver PABÓN, Jesús: Cambó. 1876-1947. Barcelona: Editorial Alpha, 1999. p. 836. 73  Sobre los ofrecimientos de las Juntas a Maura ver DE LACOMBA, Juan An-tonio: “La crisis militar de 1917: Maura y las Juntas de Defensa” en Saitabi. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de Valencia, 1965, n.º 15, pp. 73-101, basado fundamentalmente en el epistolario recogido en DUQUE DE MAURA y FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor: Por qué cayó Alfonso XIII. Evolución y


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