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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

EL DEBATE SOBRE EL EJÉRCITO COLONIAL EN ESPAÑA:… 113 Rodés, el portavoz de la minoría republicano-socialista. Por tanto, tam-poco Iglesias estaba ya interesado en el caramelo del ejército colonial, que cuanto más avanzaba el debate más se reducía a ser la gran solución propuesta, una vez más, por liberales y reformistas. Distinguiéndose de los que le precedieron, prefirió el orador denunciar las pésimas condicio-nes de vida y de instrucción del recluta forzoso en África. Todo ello en un marco general de incapacidad militar para enfrentarse a una fuerza enemiga de no más de 2.000 guerrilleros, y de intromisiones del rey en la dirección de las campañas. Habló, pues, de soldados enfermos, ham-brientos, maltratados por sus superiores, sin instrucción y, por ello, pé-simos tiradores; y en la segunda parte de su discurso, prefirió hacer más hincapié en los problemas del cuerpo de oficiales, tales como, una vez más, las recompensas, cuestión a la que el Gobierno hacía oídos sordos, y su consecuencia: la macrocefalia del Ejército. Y por ese camino supo leer la más importante causa de división de la familia militar, al menos hasta el fin del ciclo bélico marroquí: “Hay otra cosa que deberíais con-siderar como grave, vosotros todavía más que nosotros, y es que resulta que hay dos ejércitos, uno que no quiere que haya recompensas y otro que sí las quiere”. Finalmente, concitó las protestas de la cámara al ad-vertir que, frente a la indisciplina de los oficiales, amparada por la ley de jurisdicciones, su partido apelaría a la ciudadanía de la tropa, aunque esa misma ley se les echara encima76. La primera parte del discurso de Iglesias la contestó el presidente Dato, asegurando, sin inmutarse, que el soldado español en África vivía rodeado de todas las consideraciones y su salud era mejor que la del ejército peninsular. El segundo día se encargó de contestar al orador socialista el ministro de la Guerra, general Echagüe, para garantizar la perfecta disciplina de los oficiales españoles y su completo acatamiento a la posibilidad de un alto comisario civil, y desmentir así los rumores que alguna prensa atizaba en sentido contrario. Sobre la cuestión de las recompensas no tuvo empacho en esgrimir sus recuerdos juveniles que demostraban que en tiempos de la República sí que su concesión era meramente política, y no como ahora que sabían premiar el valor y el sufrimiento. Por lo demás, en el ejército de África el tanto por cien-to de enfermería se situaba en el 3,4, cuando el promedio de cualquier fuerza armada rondaba siempre el 5; y, en cuanto a la alimentación de la tropa, el ministro no sentía sonrojo al afirmar que los soldados que 76  El discurso de Iglesias en “Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados” n.º 35 de 26 de mayo de 1914, pp.887-897; su segunda parte en ibídem, n.º 36 de 27 de mayo de 1914, pp. 915-919. La cita es de la p. 918.


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