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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

138 ARTURO CAJAL VALERO El Gobierno admitió a regañadientes la controvertida presencia de sustitutos foráneos (siempre, naturalmente, que estuvieran libres de todo compromiso de quintas en sus provincias de origen) por dos moti-vos: de un lado, para facilitar la ultimación de la fuerza, ya que recha-zar a estos hombres podría suponer nuevas complicaciones y retrasos; y de otro, para allanar el objetivo de conseguir el mayor número posible de “voluntarios” contratados que ocuparan el lugar de los mozos sor-teados, ya que se temía que el reclutamiento forzoso podría provocar algún problema de orden público. Consta, en efecto, que el alistamiento foral del vecindario efectuado por los ayuntamientos para esta guerra exterior, fue motivo de preocupación en la población y en las mismas autoridades (entre otras razones, porque la participación foral en cam-pañas fuera del País Vasco había caído en franco desuso hacía mucho tiempo, desde el s. xviii), y existió un fundado temor a que agentes car-listas intentaran aprovecharlo para generar algún motín con el pretexto de que constituía contrafuero. Ya hemos indicado que antiguamente, en el caso de las campañas exteriores, las Provincias Vascongadas in-tentaban cubrir sus contingentes por medio de voluntarios retribuidos, y solo en su defecto se recurría al reclutamiento forzoso, el cual a veces había sido inevitable15; por tanto, esta última era una medida no del todo ajena a los precedentes forales… pero dichos antecedentes, lejanos y ocasionales, habían caído en el olvido de la población. Por todo ello, la posibilidad de ir a África por sorteo no fue bien recibida –lo que se reflejaría en el incidente de Oyarzun, donde los mozos arrojaron la urna del sorteo16–. El Gobierno admitió, en fin, la presencia de los sustitutos foráneos, puesto que por su moderado número tampoco llegaban a desnaturalizar el carácter vascongado de los Tercios. Vizcaya y Guipúzcoa cubrieron casi totalmente sus respectivos con-tingentes con el enganche de “voluntarios” sustitutos, no así Álava cu-yos pueblos en bastantes casos tuvieron que resignarse a entregar los hombres salidos del sorteo17. En concreto: 15  TRUCHUELO: Gipuzkoa…, cit., p. 233. LUENGO: Servir a la patria…, cit., p. 27. 16  El suceso fue neutralizado gracias a los buenos oficios del alcalde y del goberna-dor civil, y no tuvo consecuencias, pero produjo alarma en todas las autoridades (PIRALA, Antonio: Historia contemporánea. Anales desde 1843 hasta el falleci-miento de Don Alfonso XII. Madrid, 1895, vol. 1, pp. 836-837). 17  Como dato indicativo, de los 25 hombres del contingente alavés que fallecieron a consecuencia de la campaña (uno por heridas de combate y el resto por enfer-medad), 10 eran voluntarios y 15 eran sorteados. Todos los voluntarios fallecidos


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