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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

172 ARTURO CAJAL VALERO pues, al país vascón, de lo que solo es consecuencia de la injusta descon-fianza con que se le ha mirado”85, pero se trataba de un mero brindis al sol, pues de sobra conocía La España lo que había sucedido en 1833, y lo que la prudencia más elemental demandaba al respecto, tal como su propio partido (el Moderado) había hecho siempre que había llegado al Gobierno desde el final de la guerra civil. Resultado de todo ello fue la evidente inadecuación del modelo mi-litar vasco para hacer frente rápidamente a una campaña como la de África. Desde la declaración de guerra a Marruecos (22-10-1859) hasta la llegada de los Tercios a la costa de Tetuán (27-2-1860), transcurrieron cuatro meses y medio –18 semanas–. Es cierto que podríamos descontar tres semanas por imponderables ajenos al sistema foral (el retraso en la llegada de los buques contratados por el Gobierno y los temporales que asimismo demoraron la expedición) y unos cinco o seis días necesarios para hacer esa larga navegación; igualmente, hemos ya constatado que en un primer momento las Diputaciones perdieron dos semanas para re-solver cuál sería su contribución a la guerra, lo que no se produjo hasta el 4-11-1859 (a pesar de los avisos que les venían dirigiendo sus propios representantes en Madrid, desde el mes de septiembre, sobre la inminen-cia de la contienda); pues bien, aunque estas corporaciones hubieran tenido ya prevista su aportación con anterioridad a la declaración de hostilidades, aunque los transportes hubieran llegado a puerto con más premura y aunque no hubiesen existido temporales, difícilmente habría bajado de tres meses el tiempo necesario para disponer de esta fuerza (se invirtieron diez semanas en realizar el alistamiento, contratar sustitutos y equipar a la tropa, y dos semanas en San Fernando para completar una instrucción militar mínima). Todo este tiempo, para obtener una fuerza con un adiestramiento menor que el de cualquier unidad del Ejér-cito integrada por los habituales quintos. Y con el agravante de que al llegar los Tercios a África, lo hacían lógicamente con el inconveniente de ser bisoños, mientras que los quintos llevaban ya varios meses en campaña y estaban atezados y fogueados. No fue pequeño logro, ciertamente, que cuando el reclutamiento se puso en marcha a mediados de noviembre, tres provincias pobladas por 413.470 habitantes levantasen un contingente de 3.000 hombres en tres meses, partiendo enteramente de cero (con el fallo, sin embargo, de no conseguir dotarles de armamento, como hemos visto); pero aun así, sus resultados difícilmente podían ser considerados satisfactorios para co- 85  La España, 13-11-1859.


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