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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

262 ENRIQUE GUDÍN DE LA LAMA manera, también la opinión pública) proponía como manifestación del deterioro moral del Ejército resultan insignificantes. Ante los datos que vienen de otras fuentes igualmente respetables, la pretensión de que el suicido había desembarcado como una epidemia en el ejército de Ma-rruecos es difícilmente sostenible. Se puede concluir que la valoración de la realidad del suicidio se agrandó en su día, que hoy se mantiene y que sigue lastrando la imagen del Ejército de aquellos años. Y ello a pesar de que las cifras hacen evi-dente que no existe un fundamento real. Es una pena que la imagen del Ejército se haya visto deteriorada por ese tópico que sigue repitiéndose y dándose por bueno en artículos, manuales y monografías históricas, a pesar de que no es más que un es-pejismo fruto –y es quizá el único atenuante que se les puede conceder a sus creadores– de la tragedia que significó Annual para toda la sociedad española. Por otra parte no conviene olvidar que el suicidio nunca ha estado presente en la tradición cultural española como salida a los problemas. Más bien al contrario, se suele considerar como una “comprensible” sa-lida desesperada ante una situación deshonrosa. Así parece que lo sentía la viuda del alférez Mafioli: Yo, señor, viuda del alférez que fue del regimiento de infantería de Almansa número 18 don Ramón Mafioli Rodés, que tras verse acusado del más negro delito que un militar puede cometer, tuvo el gesto trágico, al verse vilipendiado, de atentar contra su vida, quiero, mi conciencia reclama, ya que la justicia de los hombres no puede ir allí donde la justicia de Dios juzga a mi esposo, esclarecer la trágica hora del blocao Mezquita, su actuación en momento tal, y lo que, lleno de negruras, siguió hasta su muerte56. 56  La Vanguardia, 9 de octubre de 1921.


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