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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

38 ANA ARRANZ GUZMÁN (…). Et otrosí traxo otorgamiento del Papa, que todos los de los regnos et señoríos de Castiella et de León, et de Portogal, et de Aragón et del regno de Malorca, que veniesen cruzados a esta guerra, o diesen y de su aver tanto como podrían despender en la venida, et en la morada de tres meses, que oviesen el perdón que avrían si fuesen a la casa sancta de Hierusalem. Et envió poder a don Gil Arzobispo de Toledo que otorgase porél estos perdones: et otrosi otorgó al Rey otras gracias en tercias et en décimas por cierto tiempo (…). Et el Rey, teniendo y (en Sevilla) consigo muchos perlados et todos los Ricos-omes del su regno, et los Maestre de las Órdenes, et todos los caballeros et escuderos fijos-dalgo de su señorío (…) mandoles llamar que viniesen a su palacio, que quería fablar con ellos. Et venieron y (…) Don Gil, Arzobispo de Toledo, Pri-mado mayor de las Españas, et Don Martino, Arzobispo de Santiago (…) et Don Joan, Obispo de Palencia, que era de los de Saavedra, et Don Álvaro, Obispo de Mondoñedo, que era de los de Biedma, et fue después Obispo de Orense…56. Todo indica que la superioridad numérica correspondía a los meri-níes. Sin embargo, el 29 de octubre de 1340 una patrulla cristiana con-siguió entrar en Tarifa con el objetivo de comunicar los órdenes perti-nentes para cuando se iniciara la batalla al día siguiente. La jornada, como es conocido, terminó con una rotunda victoria cristiana y la consi-guiente elevación del prestigio de Alfonso XI de Castilla y de Alfonso IV de Portugal; pero también con la certeza de ambos monarcas de que para consumar el dominio del Estrecho se precisaba ocupar Algeciras y Gibraltar, y después, si era posible, cruzar el mar. Alfonso XI había triunfado y decidió pasar a la ofensiva. En 1341 conquistó Alcalá la Real, llave de Castilla hacia Granada, Priego, Be-namejí y Matrera, pero en ese momento se detuvo. Sabía que el rey de Marruecos preparaba una gran flota para cruzar de nuevo el Estrecho y que “la villa de Algecira, que tenían los moros, es tan cerca de Ceb-ta, que en un día los moros podrían pasar de allén mar aquende, cada que querían, pensó que le convenía mucho facer por tomar a los moros aquella villa de Algecira”. Pero también sabía que, aunque por ello era urgente la conquista cristiana de la ciudad, para poner cerco a la misma precisaba de “grand cabdal”. Así, el monarca castellano decidió que los maestres y buena parte de la nobleza permanecieran en la frontera para su amparo, mientras que él se dirigía a Castilla para cobrar las alcabalas. 56  Caps. ccxlii y ccxliii, pp. 318-139.


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