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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

LORIGAS Y BÁCULOS: LA INTERVENCIÓN MILITAR… 53 mandó traducir al castellano la obra de Egidio Romano De Regimine Principum104. Es probable que don Bernabé acompañara a Alfonso XI, pero no como guerrero sino como médico. Y es esta condición, preci-samente, la que destaca en los privilegios que él otorgó al referirse al obispo como “nuestro físico”. Sin duda, el prelado que de una manera más intensa participó en todas las campañas bélicas y que desempeñó un mayor número de mi-siones diplomáticas durante el reinado de Alfonso XI fue el arzobispo de Toledo don Gil Álvarez de Albornoz (1338-1350), como lo demuestra la aparición de su nombre una y otra vez en los numerosos documentos conservados de la época y a lo largo de la Crónica en la mayor parte de los acontecimientos decisivos del reinado105. Especialmente reseñable, por diferenciarse del tipo de alusiones que se hacen sobre el resto de prelados analizados, es que el relato de la Crónica presenta a un obispo muy próximo al monarca siempre y que, además, le aconseja, le protege, actúa como embajador en los asuntos más delicados o alimenta su espí-ritu, según la ocasión. Sirvan como ejemplo cuatro de sus actuaciones. La primera es celebrando misa para el monarca y sus huestes antes de entrar en combate, donde “el Rey rescibió el cuerpo de Dios con gran devoción, et muy homildosamiente, como fiel et verdadero christiano: et todos los más de aquella hueste fecieron lo mismo”. La segunda es, ya en los inicios de la batalla del Salado, cuando el arzobispo se dirige al monarca para hecerle comentarios sobre “los de la vuestra delantera que non pasan el rio Salado” y pedirle que fuera él quien resolviera. La tercera actuación, en la que se demuestra una vez más la confianza que tenía depositada Alfonso XI en don Gil, fue enviarle como embajador al rey de Francia con el propósito de solicitarle dinero para el manteni-miento del cerco de Algeciras. Un encargo que se vería coronado con el éxito al poco tiempo, y de forma paralela a las concesiones pontifi-cias: “Et a pocos días después desto llegó un clérigo del Arzobispo de Toledo, et traxo al Rey carta en que le envió decir el Arzobispo, que el Rey de Francia le facía acorro con cincuenta mil florines…”. Por úl-timo, la cuarta actuación, donde se demuestra la unión amistosa, fa-miliar,   de ambos personajes fue la llevada a cabo por don Gil tras la victoria del Salado cuando, tras lanzar un moro una saeta a la silla del caballo del rey, Alfonso XI quiso lanzarse a combatir y el arzobispo se lo 104  ARRANZ GUZMÁN, A.: “La presencia de prelados en cargos políticos y ac-tividades de gobierno durante el reinado de Pedro I de Castilla”, en Estudios de Historia y de Arqueología Medievales, ix (1993), pp. 17-18. 105  Crónica. pp. 319, 325, 326, 338, 341, 343, 347, 368.


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