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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

EL DEBATE SOBRE EL EJÉRCITO COLONIAL EN ESPAÑA:… 69 Los primeros proyectos, los primeros debates En cualquier caso, la penosa actuación de los quintos y reservistas peninsulares en los combates de la campaña de 19097 puso encima de la mesa, y a los ojos de todo el mundo, la imperiosa necesidad de cambiar de soldado: se imponían el voluntario y el indígena. A fines de noviem-bre, la prensa de Madrid se hacía eco de una intoxicación interesada e interesante que luego no se confirmó. Supuestamente se presentaba el hallazgo de un borrador de proyecto rescatado de su abandono en un cesto de los papeles del ministerio de Guerra. En él se hablaba del en-ganche de voluntarios con un compromiso mínimo de seis años, salario idéntico a los números de la Guardia Civil, y derecho a establecerse al licenciarse en colonias agrícolas en Marruecos. En cuanto a los mandos, cuyo compromiso mínimo también era de seis años, por primera vez se proponía escala separada para los oficiales de este nuevo ejército pro-fesional distinto del peninsular, aunque con el consuelo de salarios que doblaban los metropolitanos. A cambio se les marcaba un límite de edad en los diferentes empleos para asegurarse un mejor rendimiento físico8. Claramente los nuevos ascensos por méritos de guerra, desaparecidos tras la catástrofe del 98, y que la nueva campaña norteafricana había permitido reanudar, estaban reabriendo viejas heridas y tal vez nuevos debates en el seno de la familia militar. De ahí que se propusieran esca-las separadas, en un intento de que los ascensos coloniales por méritos de guerra no dinamitaran el escalafón de sus compañeros peninsulares. Además, y procurando no meterse en honduras, el supuesto proyecto presentaba el apartado de recompensas como “borrado e ilegible”. Al mes de terminar las operaciones activas de esta primera campaña, el nuevo ministro de la Guerra en un gabinete liberal, el general Luque, daba los primeros pasitos en la dirección, demandada por todos, de aho-rrar al poco marcial recluta de la Península y a sus familias las penurias de la ocupación y de futuros nuevos combates. Se trataba de dos reales decretos: uno creaba en la zona de Melilla cuatro compañías de indíge-nas para tareas de policía, y el otro ampliaba la Milicia Voluntaria de Ceuta. La modestia de ambas medidas defraudó las expectativas airea- 7  Si hemos de creer al vicecónsul francés en Málaga, que supuestamente repite las noticias de un oficial español procedente de Melilla, había que “estimular” a la tropa con el sable o con el revólver para acercarla a la línea de fuego, en BA-CHOUD, Andrée: op. cit., p. 156. 8  El primer periódico que publicó la historieta del hallazgo en el cesto de los papeles de este sorprendente proyecto, y que luego copió toda la prensa madrileña, fue La Correspondencia de España (Madrid), 30 de noviembre de 1909, p. 1.


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