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REVISTA DE HISTORIA MILITAR 112

102 ALBERTO BRU SÁNCHEZ-FORTÚN (D. O. n.º 169), en cuyo artículo 4.º mandaba ampliarlas a cuatro gru-pos, formado cada uno de ellos por dos tabores de Infantería, de tres compañías, y un tabor de caballería con tres escuadrones. Con poste-rioridad se añadió un tercer tabor de infantería. Estos nuevos grupos de regulares, por supuesto, no surgían de la nada, sino que incluían en su constitución unidades indígenas dispersas como, por ejemplo, la Milicia Voluntaria de Ceuta o algunas de policía. Aunque en general muy efica-ces, la recluta de estas fuerzas siempre resultó poco fluida por la escasa población nativa del territorio60. Esta apuesta por ceder el peso de las operaciones militares a las fuerzas indígenas, sean de regulares, de policía, majzenianas o harcas amigas, junto con la profunda desilusión de lo que estaba suponien-do el protectorado –duros enfrentamientos armados entre españoles y marroquíes, en lugar de la aproximación de dos culturas hermanas que podrían desarrollar intereses comunes–, es lo que explica el viraje hacia la paz y la repatriación del ejército español en África en la labor pu-blicística del doctor Maestre, una de las más distinguidas personalida-des del colonialismo africanista español de aquellos días, muy cercano a Romanones, y a quien conocimos como senador discutiendo la ley del voluntariado en marzo de 1912. En aquel momento no se mostra-ba partidario de fuerzas legionarias ni indígenas, pero proponía, ya lo hemos visto, nada menos que el establecimiento de colonias militares dedicadas al cultivo de tierras de titularidad estatal o religiosa, defen-didas fusil en mano por voluntarios peninsulares ya licenciados. Como a otros muchos, la coyuntura de 1913 le obligó a cambiar radicalmente sus posiciones. Durante aquel verano, enviado por el jefe de Gobierno, intentó infructuosamente llegar a acuerdos de paz con las cabilas de la zona occidental, fundamentalmente con El Raisuli, pero el ritmo devas-tador de las operaciones militares impidió que tales contactos sirvieran para algo. Como decíamos, esta experiencia le obligó a replantearse sus postulados furibundamente colonialistas y le alejó de la órbita de Ro-manones61. Pero lo que verdaderamente nos interesa de esta caída del caballo camino de Damasco, es la reacción que provocaron sus decla-raciones periodísticas, a finales de aquel año, en el ánimo y en la pluma de Ricardo Burguete, un joven y turbulento general de brigada, muy 60  SOTTO MONTES, Joaquín de: “Notas para la historia de las fuerzas indígenas del antiguo protectorado de España en Marruecos”, en Revista de Historia Mili-tar, año xvii, n.º 35, 1973, pp. 117-154; y JIMÉNEZ DOMÍNGUEZ, José María (et al.): op.cit., pp. 299-306. 61  BACHOUD, Andrée: op.cit.,p. 333.


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