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REVISTA GENERAL DE MARINA AGOSTO SEPTIEMBRE 2014

PRIMER CENTENARIO DEL INICIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL... muy asentada tradición y desarrollo de los motores de explosión —al fin y al cabo inventados por Benz y Diesel—, la óptica, los dirigibles, y esto por citar solo algunos aspectos. Los productos made in Germany tenían un prestigio mundial y hacían duramente la competencia a los de otras potencias, pero su expansión estaba limitada seriamente por tres factores: el proteccionismo general, que dificultaba las exportaciones; la falta de colonias importantes, aunque crecientes, que eran territorios poco ricos por lo general y muy aislados y distantes de la metrópolis y unos de otros; la carencia de algunas de las nuevas materias primas, no el carbón y el hierro, pero sí el petróleo y el caucho, por ejemplo, y la dependencia del exterior en alimentos. Así se explican sus crecientes intereses navales y el espectacular crecimiento de su Marina Mercante, con sus más de tres millones de toneladas, a gran distancia de los doce de la hegemónica británica, pero con un tonelaje superior a la suma de franceses y rusos, que apenas superaban conjuntamente el millón y medio. A veces se dice que Alemania pecó de impaciente, y que, dada su fortaleza y potencialidades, de haber seguido por la senda de la paz hubiera obtenido un triunfo mayor y más completo, tal vez en veinte años y posiblemente sin haber recurrido a las armas. Pero eso es una hipótesis que, como todas ellas, resulta de imposible verificación. Nacionalismo y darwinismo social Curiosamente, en la Europa de comienzos de siglo, se aunaban el cosmopolitismo y el más rampante nacionalismo. Los nuevos medios de comunicación y la plenitud del tren, con los grandes expresos europeos, hacían que los productos culturales no conocieran fronteras: todo el mundo valoraba y conocía las letras francesas y su pintura, la filosofía y la ciencia alemanas, la novelística y el ballet rusos, los deportes británicos y sus relatos de detectives. Pero, y al mismo tiempo, todo el mundo podía identificar sin género de dudas su país de procedencia: nadie dudaba de dónde eran Wagner, Verdi, Chaikovski o Chopin. Y cualquier persona culta se desenvolvía en un segundo idioma: el francés preferentemente en la Europa continental, dejando el inglés para el comercio y el alemán para la ciencia. Sin embargo, era también una época de ferviente nacionalismo, surgido de las revoluciones liberales, especialmente de la francesa, y a menudo como respuesta al imperialismo napoleónico; el nacionalismo había recibido un enorme refuerzo durante el Romanticismo, con expresiones desde la poesía a la novela, de la historia al arte. Era también, todo hay que decirlo, un muy eficaz modo de unir los muy diferentes y complejos elementos de sociedades ante los profundos cambios 210 Agosto-septiembre


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