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REVISTA GENERAL DE MARINA AGOSTO SEPTIEMBRE 2014

PRIMER CENTENARIO DEL INICIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL... Además, el complicado mecanismo era bastante inflexible, cualquier alteración sobre los minuciosos planes podía convertir todo en un desastre logístico, con lo que una movilización parcial dirigida a impresionar a un solo enemigo era absolutamente imposible, so pena de malbaratar una futura movilización general posterior. Para los políticos y diplomáticos fue toda una desagradable sorpresa el carácter tan rígido de ese mecanismo de presión. En los mares, ya hemos visto cómo los británicos se aseguraron apoyos para poder concentrar la mayor parte de su escuadra —la mejor, más potente y moderna— en el mar del Norte frente a la amenaza de la Flota de Alta Mar alemana. Todos los demás escenarios eran bastante secundarios respecto a ese frente vital. Era una medida muy realista y acorde con la relativa decadencia naval e industrial británica, que ya no podía continuar con la estrategia anterior del Two Powers Standart, es decir que la Royal Navy superara incluso la suma de los dos mayores poderes navales extranjeros. Pero en la cuestión puramente técnica, los británicos fueron mucho más temerarios al adoptar los nuevos Dreadnoughts que dejaban obsoletos por completo a los acorazados anteriores, que se convertían en poco menos que five minutes ships. Al reiniciar la ya evidente «carrera naval» con Alemania desde prácticamente cero, los británicos arrojaban por la borda toda su superioridad de partida, que les daba una ventaja incontestable y reducía su ventaja anterior con sus adversarios. También es cierto que la apuesta técnica británica fue formidable pues, aparte del número de los nuevos acorazados, es de destacar que en Jutlandia muchos de sus capital ships montaban cañones de 343 y 381 mm de calibre, francamente superiores a los máximos de 280 y 300 mm de sus enemigos. Aunque luego, en la prueba del combate, tal superioridad en calibre y peso de proyectil no tuviera las consecuencias esperadas por otros factores no debidamente evaluados, lo que era de esperar en una propuesta tan reciente como revolucionaria. Fue igualmente una sorpresa el protagonismo inesperado de los submarinos durante la contienda, haciendo buena la frase de Lord Jervis de principios del siglo XIX ante la propuesta de Fulton de que la nueva arma no añadiría nada al poder naval británico y podría comprometerlo, por lo que convenía que no llegara a nacer, profecía que dos guerras mundiales avalan. Las minas submarinas, que habían alcanzado su mayoría de edad en la guerra ruso-japonesa, fueron también un nuevo e importante factor a tener en cuenta. Toda aquella concentración de armamentos llevó a pensar a muchos que la próxima guerra fuera tan terrible que supusiera el fin de la civilización, y bueno es decir que surgieron iniciativas para conjurar ese peligro, estableciendo limitaciones al armamento y su uso, así como intentando renovar y humanizar las leyes y usos de la guerra. 2014 217


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