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REVISTA GENERAL DE MARINA AGOSTO SEPTIEMBRE 2014

PRIMER CENTENARIO DEL INICIO DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL... otro. Dos marinos representativos de su época, de los que no se puede citar a uno sin evocar al otro. No había buena comunicación entre ellos, ni en puerto ni en la mar, y eso se dejó notar en la guerra, y en especial en Jutlandia, donde cada uno fue por su lado, sin tener en cuenta al otro. Pero lo peregrino de la cuestión al enjuiciar el rol de cada uno de ellos en Jutlandia es que no se compara la actuación de Jellicoe con la de Von Scheer, ni la de Beatty con la de Hipper, respectivos adversarios en el mando supremo de las sus respectivas flotas y en el de las escuadras de cruceros de batalla, sino que se pone en parangón la actuación de Jellicoe con la de su subordinado Beatty, como si estos hubieran sido los enemigos entre sí, en vez de serlo ambos de los almirantes germanos. En general, a Jellicoe se le culpa de falta de acometividad, aunque la conducta que siguió en Jutlandia había sido previamente expuesta y aceptada por el Almirantazgo. Al respecto, a principios de 1914, Jellicoe había declarado que los alemanes eran superiores a los ingleses en submarinos, minadores y torpedos, y confiaban en estos medios en caso de una batalla. Por tanto, si la escuadra enemiga se retiraba al avanzar los buques británicos, él se negaría a seguirla por no querer exponerlos a los riesgos citados. La táctica que proponía era, desde luego, repugnante para las tradiciones británicas, pero inevitable dadas las circunstancias; y el almirante añadía que, aunque semejante proceder le desacreditara a él personalmente, pedía la confianza del Almirantazgo en caso preciso. Esta contingencia prevista surgió en Jutlandia, pero algunos analistas estiman que, dados los efectivos ingleses, la aceptación de ciertos riesgos habría estado justificada, pero el peso de tan enorme responsabilidad actuó en forma decisiva sobre Jellicoe, que durante todo el combate estuvo dominado por el temor a los torpedos alemanes. Por eso, lejos de perseguir al enemigo en el momento más crítico de la batalla, lo que hizo fue arrumbar al Sur y alejarse de él. La batalla de Jutlandia para muchos analistas podría haber sido para la Royal Navy el Trafalgar del siglo XX, y si no lo fue se debió a que se dejó escapar, por falta de acometividad, a la Flota de Alta Mar. Las palabras escritas por Beatty un año más tarde, tras llegar a ser comandante en jefe de la Grand Fleet en lugar de Jellicoe, son al respecto reveladoras: «Parece apenas un año desde ese día terrible cuando podríamos haber alcanzado tanto, y nuestro fracaso para hacerlo así nos ha costado barcos magníficos y valerosas vidas. Según pasa el tiempo, uno se da cuenta más claramente de la oportunidad que se perdió, una oportunidad que nunca volverá a ocurrir, y lo que habría sido fácil entonces será infinitamente más difícil en el futuro». Cuando después de la guerra algunos protagonistas de Jutlandia publicaron sus memorias y los tratadistas navales dispusieron de documentación oficial y de acceso a ciertos archivos, vio la luz una serie de libros que reavivó el debate sobre el auténtico vencedor en Jutlandia. 2014 279


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