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MEMORIAL INGENIEROS 90

JULIO 2013 209 En julio de 1906 –con 14 años– ingresa en la Academia de Ingenieros, a la sa-zón en Guadalajara, formando parte de la 92 promoción, de la que sale primer teniente cinco años más tarde. Durante su etapa de formación académica, el joven cadete Arenas comparte aulas con futuros héroes de la guerra de África, destacadísimos científicos de fama mundial y altos cargos de futuros gobiernos. El empleo de teniente lo desempeña fundamentalmente en destinos de aeros-tación, siendo uno de los primeros oficiales de Ingenieros en lucir con orgullo el distintivo de piloto en su uniforme. El ascenso a capitán lo obtiene en la Escuela Superior de Guerra, donde se diploma en Estado Mayor con tan solo 26 años. En aquella lejana época, ya fi-guraban en su hoja de servicios el “posee” de francés y el “conoce” de alemán. El 25 de septiembre de 1919 es destinado a la Comandancia de Ingenieros de Melilla, unidad tipo Regimiento, que agrupaba todas las unidades de Ingenieros y Transmisiones de la plaza. Para poder valorar realmente los hechos que sirvieron para la concesión de la más alta condecoración militar a Félix Arenas nos tenemos que trasladar a los primeros años de la década de los veinte, en el Protectorado español de Ma-rruecos. En el mes de julio de 1921, gran parte de las posiciones que conformaban el Protectorado español se derrumban, cayendo todas ellas en poder del enemi-go. Las hordas de Abd el-Krim masacran a más de 9.000 soldados y cuadros de mando españoles, conociéndose esta operación como el “desastre de An-nual”. Ante esta gravísima situación que ponía en peligro hasta la misma Melilla, el ca-pitán Arenas acude el 24 de julio junto al TCol. Ugarte, jefe de fortificaciones de la Comandancia, a la zona de operaciones. El 25 de julio, voluntariamente, asume el mando de la posición más arriesgada de la columna del general Navarro, que se repliega desde Tistutin hacia Monte Arruit y que las separa tan solo 14 km. Durante los tres días siguientes se combate las 24 horas, y aunque el capitán Arenas se encuentra herido en una mano, dirige con serenidad y aplomo el re-pliegue, disponiendo con acierto y disciplina la poca munición que le resta, para que el grueso de su fuerza pueda llegar hasta Monte Arruit. El capitán defiende la posición fusil en mano con una valentía y entereza extre-mas, y los rifeños, admirados de su bravura y coraje, detienen el acoso… hasta que uno de ellos, poniéndole un fusil a bocajarro, lo mata. Félix Arenas Gaspar, en suma, fue uno más de los incontables exponentes he-roicos de la raza española. Esa estirpe privilegiada y generosa, templada por el duro clima de su pueblo de acogida y por el sol ecuatorial de su ciudad de na-cimiento; capaz de todos los heroísmos y de todas las generosidades; depósito de gentileza y gallardía y reducto de entrega y honradez. Por esta heroica actuación, S. M. el rey Alfonso XIII le concede por RO de 18 de noviembre de 1924 la Cruz Laureada de San Fernando, máxima condecora-ción militar, concedida exclusivamente en acciones de guerra.


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