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MEMORIAL INGENIEROS 90

JULIO 2013 81 Detectados nuevamente los ruidos escuchados el día 16, organizado el servicio de es-cucha en cuatro turnos a seis horas, y descartada la contramina, solo cabía la otra solu-ción, para lo que era menester localizar con precisión la boca de la mina, seguramente en uno de los patios de las casas cercanas, y ya que no con morteros (en un primer recuento se disponía de 4 morteros Valero de 50 mm con unas 200 granadas), des-truirla e incendiarla mediante una salida o desde el mismo Alcázar. Tarea inmediata fue localizar su distancia y dirección mediante procedimientos de fortuna para intentar una detección fiable, dado que en este caso no se disponía de los medios adecuados de ayuda a la escucha en el subsuelo, como son los geófonos. Más adelante, Barber haría sus cálculos y trisecciones utilizando como sustituto un fonendoscopio de la enferme-ría. Comenta en la Memoria que “se busca a los que conocen las casas cercanas y se localiza un sótano..., (es) la casa que hace esquina a la plaza de Capuchinos y al callejón que va al Horno de los Bizcochos”. Una casa que se nota estar ocupada y con movi-miento (activada), como lo demuestra la colocación reciente de unos sacos terreros6. Se encuentra próxima al torreón SO y el sótano a suficiente profundidad, desde donde iniciar un pozo para llegar al nivel de ataque. El trabajo de perforación por el momento no debería presentar grandes problemas pues la primera capa del terreno muy proba-blemente sería de tierra, arena o arcilla, sin haber llegado a roca. Y así se hizo, empezando por la observación de la vecindad e intuyendo lo que haría el enemigo, Decidida su destrucción, el día 18 “se lleva a cabo ... a las 11 de la noche, arrojando desde las ventanas del Alcázar que dan al edificio granadas de mano y bo-tellas de gasolina”7, consiguiendo destruir la bocamina y con ello dando por fallido su intento de construcción. También sembró una cierta alarma en la población, que lo in-terpretó como un intento de escape. A partir de este momento se oficializan las salidas nocturnas para los reconocimientos, con la que sería conocida como la escuadra de la muerte. Un personal que controla tácticamente el capitán de Caballería Emilio Vela Hidalgo, al que acompaña el teniente Barber como responsable de la parte técnica, y con él parte de su equipo. También acostumbra hacerlo con el jefe de Falange Pedro Villaescusa, e incluso el comandante de Infantería Luis Araujo también se implica en las mismas excursiones, proporcionan-do valiosos datos con los que establecer posibles planes de detección y prevención de la mina. Salidas que solo durarían un cierto tiempo, hasta que el enemigo estableció ri-gurosas medidas contra las atrevidas incursiones en su campo. Como comenta Barber, “han escarmentado del fracaso anterior y esta vez tienen muy protegidas las casas, no dejan (pasar) a amigo ni enemigo, cambian dos veces al día de contraseña y meten los escombros dentro de las mismas casas para no ser delatados los trabajos”. Fruto de estas peligrosas salidas será la detección de una nueva mina. Primero es el ruido del pico en el terreno (seguramente de tierra mezclada con piedra) quien lo de-lata, y más tarde los lentos “barrenos” hechos a mano8. Como era de esperar, pronto trasladan un compresor para adelantar la obra con el martillo neumático, pudiéndose escucharse el sonido chirriante de su barrena, síntoma de que se trabaja en el frente de la galería (tras acabar el pozo para alcanzar el nivel, si es que ha sido necesario, o se está trabajando en la horizontal desde su principio, directamente en galería). Se está trabajando en la que denominaremos la primera mina (casa número 6 de Juan Labrador - torreón SO). Comenta que, ante la necesidad de documentarse en todo cuanto pudiera ser de apli-cación para hacer frente al problema encomendado, pues se están poniendo en juego mil novecientas vidas, busca información del edificio y de sus partes más resistentes,


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