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MEMORIAL INGENIEROS 90

JULIO 2013 87 A/Con la memoria de un teniente de Ingenieros (continuación) Una vez conocidos los acontecimientos en el Alcázar de cuanto se refiere a su guerra subterránea, con un mayor conocimiento respecto a las medidas que se adoptaron por parte del bando asediado, pero no tanto del planeamiento de su minado y ejecución de las mismas de la parte del bando atacante, es momento de pasar a su análisis. Así so-pesaremos las razones, dificultades y posibilidades de los trabajos en ambos bandos. Como decíamos en la primera parte, “A sabiendas de que nunca las conoceremos con la precisión de haberlas vivido, como si se luchara con un imposible. El tiempo trabaja en contra, y parecen haberse agotado las vías de investigación de unos “posibles” con las que establecer unas ...” Conclusiones a la guerra de minas La realización de un estudio amplio y serio, tanto técnico como táctico, requiere de una investigación profunda y detenida, que solo puede conseguirse con voluntad, tiempo, y suerte. Además, en este caso, el asunto elegido también coincide en su atracción por incompleto y significativo para el resultado. Tanto que bien pudiera ser motivo de un libro (de tener patrocinador y reunir las condiciones señaladas), pues, rascando en el pasado, a su amparo saldrían a relucir interesantes detalles de los hechos relacionados con las minas, así como anécdotas de sus muchos protagonistas (verdaderos y funda-mentales trozos de unas vidas, para muchos rotas, cuando no ya desaparecidas). En este caso queda reducido a un simple artículo, más bien informativo, con el que refres-car nuestro recuerdo con lo más noble de nuestra Historia. Falto de datos precisos de un ya lejano pasado, de una historia a la que se le van cerrando muchas de sus puertas (incluso en lo material, con la eliminación de muchos vestigios de la epopeya del Al-cázar, al ser adaptado el edificio para otros cometidos), tiene uno que jugar, la mayor parte de las veces, con el “posible” más que con el “probable”, llegando la menor de las veces (con poca fuerza) a lo “cierto”. Sabemos que, a mediados de agosto, el entonces ministro de la Guerra teniente co-ronel Hernández Sarabia, acompañado del ingeniero de Minas Federico Lusinger, visitó Toledo y las inmediaciones del Alcázar para estudiar y decidir las posibilidades de iniciar una guerra de minas (con urgencia). Parece ser que la idea originaria de la voladura ha-bía sido propuesta por Margarita Nelken en una de sus visitas a la Ciudad Imperial. Es indudable que en la reunión se considerarían todas las posibilidades de aprovechar el alcantarillado existente (como solución más fácil), sin desdeñar la posibilidad de cons-truir nuevas galerías (con las que completarlas o ampliarlas), eligiendo además aquellas otras (más cercanas) que conducían a los objetivos más rentables o en las que era más factible su construcción. Hay que tener en cuenta que las zonas sur y oeste del Alcázar, con su torreón común, al estar más protegidas, y por tanto menos destruidas por el fuego artillero del otro lado del Tajo, cobijaban la mayor parte de la población de la for-taleza. Tal vez la proximidad de las casas podría cubrir una base de partida interesante, más próxima y desconocida, que pudiera permitir una infiltración. A su regreso a Madrid se aprobarían las decisiones adoptadas. De entrada, parece ser que, según un informe de la columna Toledo de fecha 15 (?) de agosto (quizá anterior a la citada reunión),


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