ORGULLOSOS DE NUESTRA HISTORIA, ORGULLOSOS DE LA DIVISIÓN AZUL

MEMORIAL INGENIEROS 90

MEMORIAL DE INGENIEROS N.º 90 98H I S T O R I A ORGULLOSOS DE NUESTRA HISTORIA, ORGULLOSOS DE LA DIVISIÓN AZUL D. Carlos Miguel Herrera Molpeceres Licenciado en Derecho Reseña biográfica del autor Nace en Jaca (Huesca), 1969. Licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca, 1993. Cursos de doctorado y reconocimiento de suficiencia investigadora, en 1996, por la Facultad de Derecho de la referida Universidad. Ha publicado numerosos artículos en revistas de temática militar, como Tierra, Mar y Aire, que edita la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, y Sargentos Provisionales, de la Hermandad Nacional de Sargentos Provisionales. Colaborador del periódico El Adelanto de Salamanca. La épica, la gesta de la División Azul, en el frente ruso, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, constituye uno de los hechos en armas más gloriosos del Ejército es-pañol; un episodio único e inigualable de las armas españolas, por la intensidad de los combates que se desarrollaron, intensísimos, especialmente en el frente de Krasny-Bor, en el cerco a la ciudad de Leningrado, hoy San Petersburgo, en los aledaños al conjunto de aldeas en torno a la ciudad de Kolpino. Allí, el 10 de febrero de 1943, los soldados de la División Azul, soportaron la tremenda ofensiva del Ejército Rojo, una lluvia de metralla y fuego. Cuarenta y cuatro mil bocas de fuego y cohetes Katiuska, conocidos como los organillos de Stalin, arrasaron, golpearon, pulverizaron y trituraron, con el apoyo eficaz de la aviación soviética, los parapetos, la nieve y las trincheras de la División Azul. Tras la artillería, la infantería, y el acoso de decenas de miles de infantes soviéticos, en forma de oleadas, que a la voz de ¡hurra, hurra! atacaban inmisericorde e implacablemente a los bravos guripas de la División Azul, apoyados por numerosísimos carros de combate, los T-34, enormes moles metálicas de color verde que hacían temblar, retemblar la tierra por su peso y la contundencia de su blindaje y poderoso ataque; un carro de enormes prestaciones y gran potencia de fuego que los soldados de la División Azul padecieron en sus propias carnes durante la batalla de Krasny-Bor y a lo largo de toda la campaña de Rusia. Una sangría, eso fue la batalla de Krasny-Bor, una carnicería para los soldados espa-ñoles, donde actuaron con arrojo, valor, abnegación y heroísmo ante un enemigo muy superior en número; recordemos los enormes contingentes de tropas que movilizó el Ejército Rojo durante la Gran Guerra Patriótica, como denominó el pueblo ruso a la Se-gunda Guerra Mundial; y el material, especialmente artillería, enormes obuses, y avia-ción. Una guerra a la contra. En la batalla de Krasny-Bor se enfrentaron 4.500 guripas, soldados de la División Azul, contra 44.000 soldados soviéticos, en un choque desigual de fuerzas. Y ante este enemigo dotado de un enorme empuje, cumplió la División Azul con su deber de una manera ejemplar, excepcional, como buenos soldados; ante unas tropas poderosísimas, como lo fueron las soviéticas durante el transcurso de la Segun-da Guerra Mundial. Fueron muchos los héroes de la División Azul, desde sus generales en jefe, Agustín Muñoz Grandes y Emilio Esteban Infantes, hasta los cabos Generoso Ramos Vázquez, José Pérez Castro y Valentín Sánchez López; pasando por los comandantes Tomás García Rebull y Miguel Román; los capitanes Teodoro Palacios Cueto, Manuel Ruiz Huidobro Alzurena, Víctor Castro San Martín, José Manuel Ordás, Guillermo Quintana


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