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al llegar a Cuba, aterriza a las tres y treinta minutos, en el aeropuerto de Camagüey. Cuando el avión se detuvo, sólo dos tenientes del Cuerpo de Aviación Militar del Ejército cubano –que habían sido destacados para auxiliar a los pilotos ante un probable aterrizaje en dicho campo– cuatro soldados que custodiaban el campo y el corresponsal de agencia Associated Press, acudieron a recibir a los aviadores. “Hemos tenido un magnífico viaje” fue lo primero que dijeron al saltar a tierra. Durante la travesía sólo hemos visto dos barcos, ambos de pasajeros, pero pensamos que ellos no nos han visto. Ambos aviadores recorrieron el aeropuerto por espacio de casi media hora, acompañados por el jefe del Distrito Militar de Camagüey, coronel Vilató, que llegó apenas aterrizó el Cuatro Vientos. Vilató saludó y homenajeó a los aviadores españoles en nombre del Presidente de la República, del Secretario de la Guerra y del jefe de Estado Mayor del Ejército y se puso a su disposición. En automóvil se dirigieron al Hotel “Camagüey” de la ciudad. Miles de personas se agrupaban en las calles vitoreando a los aviadores y dando vivas a España y a Cuba. Vestían aún los trajes de piloto, mono de color gris claro, a la espera que el mecánico les trajera el uniforme de aviación. Se retiraron a sus habitaciones a la espera que viniera Madariaga, que había salido de La Habana en un avión del Ejército cubano puesto a su disposición. El mecánico, también llevaba, el arrancador y la botella de aire comprimido, necesarios para poner en marcha el avión, amén de los uniformes, ropa interior y útiles para su higiene personal. En otro avión cubano voló el agregado aéreo de la embajada española, capitán Vives. Madariaga, al llegar al aeródromo de Camagüey, se dirigió al Cuatro Vientos y pudo comprobar que el avión se encontraba en perfectas condiciones. No había sufrido ningún desperfecto y el motor funcionaba con regularidad, el tren de aterrizaje, a pesar del gran peso que soportó al despegar se encontraba intacto. Por tanto, Madariaga se limitó a engrasarlo y rellenarlo de gasolina y aceite, dejándolo listo para el pequeño salto hasta La Habana. Mientras tanto, la radio, el teléfono, el telégrafo y el cable, daban cuenta al mundo entero del enorme entusiasmo reinante por la feliz culminación del raid Sevilla-Cuba. La noticia del éxito del vuelo fue dada en Madrid por la Associated Press, creando inmenso júbilo en el pueblo que comenzaba a mostrar inquietud al no tener noticias del Cuatro Vientos desde su despegue de Sevilla en la madrugada del viernes. En la noche del día 10, los aviadores recibieron el homenaje, primero del Cónsul de España con un banquete en el hotel Camagüey, que resultó de lo más afectuoso y agradable y después de la colonia española en cuyos salones, esa misma noche, les ofreció una recepción. En los aledaños de ambas instituciones recibieron el homenaje popular del numerosísimo público congregado que deseaba vitorear a nuestros aviadores. Cerca de las doce de la noche se retiraron a descansar. A la mañana siguiente, acompañados por el sargento Madariaga, realizaron una inspección al aparato y lo dejaron preparado para el vuelo a la capital cubana. En La Habana, las estaciones de radio difundieron que a las catorce horas y veintidós minutos había despegado el Cuatro Vientos. Añadía que cuatro aviones militares cubanos le daban escolta de honor. Era tal el interés y entusiasmo de la población habanera, que una emisora instalada en el aeropuerto de Columbia tuvo que ir informando, a las 10.000 personas que esperaban al Cuatro Vientos, del paso del avión por todas las poblaciones que sobrevolaba. Un griterío ensordecedor saludó al Cuatro Vientos y a sus aviones escoltas que volaban sobre las terrazas de la ciudad rumbo 148


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