Page 154

AEROPLANO 29

corrió la abrupta Sierra de Mazateca. Según nos cuenta el citado periodista, poderosas influencias políticas y económicas, maniobras y gestiones deleznables, regionalismos mal entendidos, paternalismos y compadreos bochornosos, se habían opuesto hasta ese momento, a que se conociera la verdad sobre el lugar donde cayó el avión y sobre la forma en que fallecieron sus ocupantes. Ésta hipótesis sostenía que se había pretendido ocultar, para siempre el asesinato de Barberán y Collar, pero especialmente se trataba de encubrir el saqueo de los regalos que traían a bordo para las autoridades de México. Esta expedición, según testimonio del periodista, encontró un altímetro, un cinturón de seguridad, un par de audífonos y un anillo de oro macizo, con las iniciales JC grabadas. También hablaron con una serie de personajes de que habitaban la sierra que les dieron a conocer las versiones secretas que circulaban por la región dando cuenta del triste final del Cuatro Vientos. Según ésta versión, el avión cayó en una meseta del cerro La Guacamaya, en el estado de Puebla. Los aviadores españoles salieron con vida del accidente aunque levemente lesionados. Pidieron ayuda en un rancho cercano y esperaron unos días para ser conducidos ante las autoridades más próximas. Su error y su perdición consistieron en exhibir las riquezas que llevaban consigo. Fueron muertos a tiros mientras dormían. Otra pintoresca versión es la de Fernando Cienfuegos, periodista, agricultor y comerciante. Establecido en río Sapo, participó en muchas de las expediciones que buscaban al Cuatro Vientos. Este hombre cuenta que unos cafeteros que trabajaban en las tierras de Bonifacio Carrera, una tarde vieron que de la montaña surgían luces de colores. Dedujeron sería que los aviadores hacían señales luminosas pidiendo ayuda. Al día siguiente, Reynaldo Palomares y su yerno Bonifacio Carrera, salieron de caza y se internaron en la montaña. Allí encontraron dos hombres de cuya descripción se suponen eran Barberán y Collar. El primero sacó un fajo de billetes y se lo ofreció a Palomares, para que avisaran a las autoridades. En lugar de ello, esta pareja de desalmados los asesinaron con dos tiros de escopeta. Les robaron los 30.000 dólares, que llevaban y que cambiaron por moneda local en Córdoba, las joyas, relojes, armas y un anillo; objetos que según ésta versión rocambolesca le fueron obsequiados al general mexicano Maximino Ávila. Julio César Díaz Ordaz, inspector de monumentos coloniales arqueológicos del Instituto de Antropología e Historia de Córdoba (México) nos da otra versión de los hechos. Relata que siempre se dijo que Bonifacio Carrera mató a los aviadores españoles, pero en realidad, los homicidas fueron Reinaldo Palancares y sus hijos Rodolfo y Adolfo. Aunque el asunto llegó al Procurador de la Región, éste se lavó las manos y mandó el expediente a las autoridades de Puebla, porque decía que la zona donde cayó el avión español no era una ruta aérea establecida. Estas hipótesis y otra aun más peregrina, es la que nos relata Gómez Rivero, según la cual hasta 1949, en la Sierra Mazateca, se pensaba que los aeroplanos se alimentaban con sangre de niño. Por ésta razón quizá, cuando algún aparato aterrizaba en esa región incomunicada, la gente corría a esconderse. Algunas de éstas versiones, no hay que desmentirlas pues se caen por su propio peso. Otras, como la del altímetro no hay más que observar la leyenda inscrita en él, Height, USA, Zenith, que no corresponden al que llevaba el Cuatro Vientos. Por si esto no fuera suficiente, con observar el panel de instrumentos del avión español no se en- El mecánico del Cuatro Vientos, Modesto Madariaga, con los mecánicos cubanos que le ayudaron en la reparación del avión 154


AEROPLANO 29
To see the actual publication please follow the link above