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BOLETIN INFANTERIA MARINA 16

HISTORIA ASPECTOS HISTóRICOS DEL BUCEO BOLETíN DE LA INFANTERíA DE MARINA 45 estar sumergido. Además, el tener que bucear sin aparato alguno ni traje protector contra la frialdad de las aguas y de su contacto con los fondos de los buques y del mar, el soportar las enfermedades propias…, tales como perforación de tímpano, sordera, infecciones de los ojos, heridas en la piel, enfriamientos, neumonías, etc., originaban una escasez vital de estos hombres. Algunos cubrían su cuerpo con grasa o aceite para aislarse del frío y se tapaban la boca con esponjas bañadas en aceite, práctica que tuvo que abandonarse por perjudicial. Pese a estos inconvenientes, el buceo a pulmón siguió practicándose, al menos en España, hasta 1847, cuando se importaron de Inglaterra los equipos Siebe Gorman de casco, aunque ya existían desde hacía tiempo campanas y equipos rudimentarios. Hoy el buceo a pulmón o en apnea constituye una práctica deportiva de competición con gran cantidad de adeptos, utilizando técnicas y métodos científicos con los que se han conseguido profundidades del orden de los 200 metros. el buceo en la antigüedad Si consideramos los antecedentes prehistóricos del buceo, se pueden establecer las cuatro motivaciones principales para que el hombre se sumerja en las aguas: — conseguir alimentos; — pesca de esponjas, corales, madreperlas, etc.; — llevar a cabo operaciones bélicas; — recuperar tesoros sumergidos y objetos de gran valor. También se puede afirmar que, desde el punto de vista mitológico, el buceo abre un extenso campo a la fantasía, que andando el tiempo ha resultado tener muchos visos de verosimilitud. El legendario héroe Teseo se nos presenta como el primer buceador de nombre conocido. Según la fábula, el poderoso monarca Minos desafió a Teseo a que recuperara un anillo de oro que él arrojó al mar. Teseo se sumergió en las azules aguas y, ayudado por Anfitrite, esposa de Poseidón, y por la prudente Atenea, consiguió recuperar felizmente el preciado anillo. La imaginación mítica ha logrado sembrar también una serie de realidades que han hecho que el hombre, en todas las épocas, se sintiera atraído por el misterioso y apasionante mundo submarino, ¡por ese mundo que comienza bajo la superficie de las aguas de mares y océanos! En la literatura clásica, la primera de estas citas parece ser la de La Ilíada, donde Homero describe el hundimiento de la carroza de Héctor y cuenta como sus ocupantes se lanzaron como buzos al agua. Otra cita podría ser la que narra Jean Albert Foex en su libro Exploración submarina de la Biblia, reseñando detalles de la expedición que organizó para explorar los lugares bíblicos y para intentar esclarecer algunos puntos oscuros del Antiguo y Nuevo Testamento. Esta expedición se denominó, en recuerdo del profeta bíblico engullido por una ballena, «Expedición Jonás» y también de los «Cuatro mares», siguiendo el itinerario de Moisés por los cuatro mares bíblicos: mar Rojo, mar Muerto, mar de Galilea (o lago Tiberíades) y Mediterráneo oriental, donde se encontraron interesantes vestigios de las fabulosas naves de Tarsis, enviadas por el rey Salomón al lejano Occidente, y datos de los que Foix denomina primer viaje submarino que registra la historia La prueba fehaciente de este buceo en la antigüedad es la actuación de los buceadores comerciales del Pacífico occidental, dedicados a la recolección de moluscos y algas del fondo del mar. Estos buceadores, especialmente mujeres, vienen trabajando en esta industria desde hace más de 2.000 años. Las buceadoras japonesas llamadas «ama» recogen alimentos del fondo del mar y están representadas en las obras de arte más antiguas del imperio japonés. El estudio fisiológico de estas buceadoras ha proporcionado valiosa información sobre la reducción de consumo de oxígeno (gran adaptación a las bajas presiones parciales de oxigeno) y la gran tolerancia al dióxido de carbono, al frío, al estrés y, en algunos aspectos, al ataque de presión, aportando importantes conocimientos sobre el buceo a pulmón. Pesca de esponjas, perlas y corales Desde hace centenares de años, la pesca de esponjas, perlas y corales ha constituido una industria boyante. En España, especialmente en Cataluña y en Baleares, ha sido más floreciente la pesca del famoso coral rojo, muy apreciado por los joyeros de todo el mundo. Documentos de la época demuestran que las bases de las operaciones más importantes para los coraleros fueron los puertos de la aspectos Históricos del buceo Hoy, el interés por la historia del buceo ya no es el de aquellos reducidos núcleos aficionados a coleccionar material y equipos de cierta antigüedad y a contar anécdotas, más o menos verídicas. El interés ha trascendido a niveles técnico-científicos, y, en poco tiempo, multitud de organizaciones y empresas de buceo comercial (COMEx-Francia) se han incorporado a esta corriente en busca de importantes fondos documentales. Así, la historia del buceo ha pasado a ser un valiosísimo banco de datos que, manejado de forma apropiada, ha hecho posible alcanzar el elevado nivel actual de la tecnología subacuática. En defensa de estos intereses se creó, en 1990, la HDS (HISTORICAL DIvING SOCIETY) en Londres, y hoy ya existen, junto con la HDSES en España, 15 asociaciones de historia del buceo en el mundo, que vienen desarrollando interesantes trabajos de investigación, manteniendo actualizado ese importante banco de datos de la historia sumergida. Si damos crédito a historiadores tales como Plinio, Tucídides, Tito Livio, Herodoto, Plutarco, vegecio, etc., que aportan referencias de más de 5.000 años de antigüedad, se ve claramente que, a lo largo de los siglos, el hombre ha buceado a pulmón para realizar infinidad de tareas que le eran necesarias. Existen múltiples referencias de buceo a pulmón, algunas de gran importancia en lo relativo a inspección de cascos, recuperación de anclas y artillería, especialmente en los buques de la Armada. El hombre también hizo la guerra bajo las aguas y se dedicó al deporte del buceo, cada vez a más profundidad. Para realizar este buceo a pulmón, el buzo se lanzaba al agua desnudo, con un cabo atado a la cintura y sujetando un lastre de plomo o piedra que lo ayudaba a irse al fondo. Cuando ya no aguantaba más la respiración, el buzo daba unos tirones del cabo para que le ayudasen a volver a la superficie. Este tipo de buceo resultaba muy penoso, arriesgado y poco rentable, debido al poco tiempo que se podía 44 BOLETíN DE LA INFANTERíA DE MARINA


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